PilarAlhambra
  DOLOR DE ÉSTOMAGO Y HÁBITOS EN LA MESA
 



 

A estas alturas, ¿aprender a comer?

Comer es una necesidad vital, pero también un disfrute cotidiano y, ocasionalmente una fuente de gran placer. Ante una bien surtida mesa, tendemos a olvidar la moderación e incluso a cometer excesos que pueden echar por tierra los saludables beneficios que aporta una dieta equilibrada a nuestro organismo.

 

Cuando llegan fiestas, por ejemplo, la Navidad, unas fiestas cuya celebración se ha convertido en escenario de exageraciones gastronómicas, y todo indica que este año, se repetirá la historia, y en algunos casos sobredimensionada, de años anteriores. Serán entonces muchos los que se acuerden del dolor de estómago, la resaca y el malestar general que siguen a los excesos en la mesa.

 

Las molestias digestivas constituyen una causa muy frecuente de consulta al médico general y al especialista. Hay quien sin llegar a padecer úlcera o gastritis padece habitualmente molestias gástricas, digestiones pesadas... en definitiva, trastornos funcionales que aconsejan prudencia ante los excesos.

 

 

 

Comer requiere su tiempo

 

A estas molestias ocasionales provocadas por los excesos culinarios que muchos nos permitimos estos días festivos, se suman las derivadas de nuestra propia cultura gastronómica.

 

En el mundo occidental, aumenta el número de personas que come casi todos los días con prisa (a veces, incluso, de pie), tragando más que masticando, a base de platos rápidos tan ricos en grasas y proteínas como pobres en fibra..., acompañados de un refresco con muchas burbujas o de abundante líquido que acaba mezclándose en el estómago con los alimentos sólidos. En ocasiones, a todo ello se suma la ingestión de dulces, lo que retrasa varias horas el vaciamiento gástrico y la sensación de plenitud e incomodidad.

 

A la mesa hay que sentarse con tiempo, relajados y dispuestos a masticar bien los alimentos porque la masticación resulta fundamental para una buena digestión

 

 el bolo alimenticio que se forma en la boca pasa al estómago, donde los ácidos y fermentos actúan para ir transformándolo antes de su llegada al duodeno, intestino donde continúa la digestión.

 

Aerofagia y comidas

 

Es habitual que estos malos hábitos alimentarios provoquen aerofagia (aeros de aire y fagein de tragar), aumento de la ingesta de aire.

 

En cada deglución, siempre entra un poco de aire que no genera molestias, pero cuando la proporción sobrepasa los límites normales puede provocar sensación de distensión, eructos frecuentes, gases, dolores abdominales por distensión del intestino, sensación de leve ahogo e incluso de tener un cuerpo extraño en la garganta. El riesgo de sufrir aerofagia es mayor si se ingieren suflés, merengues y bebidas carbónicas y con burbujas; y si se come deprisa, en exceso y alimentos ricos en hidratos de carbono de difícil digestión o muy condimentados; al beber demasiado en las comidas; e, incluso, al padecer estados de nerviosismo y ansiedad.

 

El meteorismo es otro trastorno frecuente que podemos padecer, verdad?

 

 Si, originado también por el almacenamiento de aire en el intestino, generalmente en el grueso o colon, con la consiguiente generación de molestias, dolores o retortijones, localizados en la parte derecha o izquierda del cuerpo según la zona del intestino donde se produzca la retención y la distensión (cuando el meteorismo es generalizado por todo el intestino, se habla de flatulencia). Además de las molestias, otro síntoma del meteorismo es la excesiva eliminación de gases por el recto, motivo para muchas personas de preocupación y consulta.

 

Hay dos de cada diez adultos, afectados por dispepsia funcional, qué es y cómo funciona esto?

 

Aunque no se conoce con exactitud el origen de la dispepsia funcional, se ha comprobado que en su aparición influyen negativamente los malos hábitos alimenticios. Esta enfermedad se define por episodios recurrentes de dolor abdominal, o de molestias poco precisas localizadas en el epigrastrio (encima del ombligo) y que tienen una duración variable.

 

En el mundo occidental, la dispepsia funcional afecta a un 20% de la población adulta, por igual a hombres que a mujeres, aunque preferentemente a mayores de 40 años, y se manifiesta por diversos síntomas: malestar gástrico después de las comidas (se alivia con el eructo), de plenitud postpandrial (después de comer), episodios de náuseas y vómitos, así como flatulencia con expulsión de gas anal varias veces al día. En otras ocasiones, también provoca síntomas parecidos a los de la úlcera, ardores y acidez retroesternal, así como sensación de hambre dolorosa (se alivia comiendo, pero después reaparece el dolor).

 

Un tratamiento farmacológico no basta

 

 

 

Cuando acudimos al médico por alguna molestia del estómago, lo habitual es salir de la consulta con algún tratamiento, bien para evitar la formación de gases, bien para neutralizar la acidez y el ardor o, simplemente, para mejorar la digestión. Pero para que un medicamento sea efectivo, debemos modificar los hábitos alimenticios poco saludables. Qué podríamos hacer?

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    Evitar las prisas. No es fácil en el ajetreado mundo de hoy, pero para comer hay que procurar tomarse el tiempo necesario y siempre hacerlo sentado.

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    Masticar bien, despacio y triturando los alimentos.

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    No abusar de la cantidad. Y si celebra algo, elija la opción más inteligente: ingerir alimentos de gran calidad en cantidad moderada.

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    Evitar mezclar muchos alimentos y, sobre todo, intentar no comer tanto como para alcanzar esa sensación de distensión abdominal que obliga a aflojarse el cinturón.

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    No beber mucho durante la comida: se formará en el estómago una especie de pozo en el que se diluyen los jugos gástricos, que tendrán así menos poder para atacar los alimentos.

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    Seamos moderados en el consumo de bebidas alcohólicas, sobre todo si después de la comida hay que viajar.

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    Evitemos, o al menos moderemos, la ingesta de bebidas carbónicas durante la comida. Contribuyen a la distensión del estómago, generan sensación de plenitud y, en combinación con bebidas alcohólicas, agudizan los efectos de éstas.

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    Aunque comamos platos con poco contenido en fibra, podríamos añadir siempre algo de verde crudo ( lechuga, escarola...) para favorecer la digestión. La fruta con alto contenido en fibra, como la piña, también favorece el proceso digestivo.

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    No abusar de condimentos, especias o picantes. Utilizar los necesarios y recodar que algunas hierbas aromáticas, como la albahaca, tienen efectos beneficiosos sobre la digestión.

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    Si unas horas después de la comida persisten las molestias, una infusión de manzanilla, menta o anís puede resultar beneficiosa.

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    Procuremos seguir siempre estos consejos y no sólo en Navidad o en las grandes celebraciones. Nuestro aparato digestivo, nuestra salud y nuestro estado de ánimo son lo agradecerán.

 

 
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