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ESTE ES EL CUENTO DE UNA MUJER QUE VIVÍA EN LA ALAMBRA, QUE UN DÍA SE LA LLEVARON DE ELLA Y LA TRISTEZA INVADIÓ SU ALMA. ASÍ PUES PIDIÓ UN DESEO: CONVERTIRSE EN HADA Y VOLVER A SER MORADORA DE SUS MURALLAS POR LA NOCHE, CUANDO NADIE LA VIESE. ASI ES COMO CADA ATARDECER VUELO A PERDERME EN SUS JARDINES, SUS FUENTES, SUS PALACIOS SUS BOSQUES Y ESTANQUES. ASI TE LO CUENTO PARA QUE SEAS TU TAMBIÉN MORADOR DE LA COLINA ENCANTADA Y SU HECHIZO VIVA EN TI COMO EN MI POR SIEMPRE, SIEMPRE JAMÁS.
Hace unos meses que te fuiste y desde hace unos meses, salvo una llamada en la que me comunicabas que todavía estas vivo, no he tenido noticias tuyas.
Esta mañana, arreglando la casa me detuve largo rato ante una rosa. Aunque estamos en pleno invierno, resalta por su color púrpura, solitaria y arrogante en la habitación ya apagada. ¿ Te acuerdas de cuando me la diste?. Quería una rosa. Sólo para mí. Cuidarla para que se hiciera grande y hermosa. Con la astucia de un niño yo presentaba mi deseo con un doble interés y una doble finalidad; primero, el deseo accesible y tras él el casi imposible, el inaccesible.
Si me regalas una rosa ¿Cómo vas a negarme después ocuparme de ella?. Lástima vida que no sepas lo que es una rosa. Más allá de tus ojos no entiendes que hay algo que te acaricia con la misma ternura y perfuma la vida con el mismo aroma de la flor, pero que en absoluto se parece a ella. Esa es la rosa que yo pedí y que atentamente me regalaste.
Al mirarla me conmuevo; es como si aquí a mi lado hubiera una parte de ti, la que más quiero, esa que hace años entre tanto camino no supo escoger el más seguro, el más justo y el más feliz.
Durante estos meses vagabundeando en la soledad de la casa, los años de incomprensiones y los malhumores de nuestra vida, pasan deprisa por mi cabeza. Se unen de golpe bloqueando ésta para dejar paso a los recuerdos. Los que me rodean son los recuerdos de cuando apenas eras un niño. Un cachorrito vulnerable y moldeable. A él, es a quien escribo. No a la persona bien definida y orgullosa de los últimos años.
Por eso, hoy cuando he pasado por su lado me ha dicho: ” Coge papel y lápiz y escríbele una carta “.
Ya se que entre nuestros pactos, en el momento de tu partida, estaba el de no escribirnos ni llamarnos, y con dolor lo respeto. Estas páginas jamás levantarán el vuelo para llegar hasta ti, a tus manos. Si yo no estoy aquí cuando algún día decidas volver, ellas si estarán siempre esperándote.
No creas que hacer esto no me ha costado un gran esfuerzo, tras muchos días de pensar llegué a la conclusión de que plasmar todos mis sentimientos y todas mis ambiciones, me haría bien. Y talvez que me equivoque, pero después de todo, puede que para cuando esto llegase a las manos de alguien, yo ya no estaré aquí para escuchar ni sus quejas ni sus críticas, así que bueno como lo que más me gusta es leer y escribir, pasaré largas horas sentada tratando de convenceros de lo importante que llega a ser una rosa. –
_Ah, nunca me las llevéis cuando yo ya no pueda ni verlas ni olerlas _ sin duda, os equivocaríais al poner una flor en el sitio menos adecuado, a menos que también andéis buscando vuestra rosa o ya la halláis encontrado.
¡A mi me gustan las margaritas, pero siempre querré una rosa...!
Yo antes creía que la vida se me debía. Que alguien había contraído hace mucho tiempo una deuda conmigo, a mi favor. Y como el rentista, yo cobraba cada día el dividendo correspondiente. Y que como él, como el ricacho sin necesidades perentorias, no sabía bien ni qué hacer con un nuevo día por delante entre mis manos. Yo, como ellos, como los que cortan cupón, veía pasar la vida a través de amplias ventanas. Bien situada, detrás de los cristales, veía vivir a los otros. Pero no quería adentrarme en la infelicidad de los demás. ¡Ni siquiera buceaba en mi propia infelicidad! Dolía...
Era arriesgado una estaba bien arrebujada en su propio egoísmo, y sobre todo, para qué complicarse la vida? Esta pregunta me la hago cada mañana y ella misma interrogante, me sirve de respuesta.
Ahora, conozco bien el valor de los minutos, de los segundos. Ahora, se que no vivo gratis. Ni invitada. Ahora, se que tengo que pagar, que precisamente los días y los años son letras que vencerán a plazos inevitables. Y sería estúpido desperdiciar un segundo.
El vivir, el saber distinguir los buenos de los malos momentos y, aferrarme a ellos, te lo debo a ti..., cada suspiro y cada lágrima vertida, te lo debo a ti..., y el gozar de los buenos momentos con plenitud y guardarlos en el alma por siempre, también te lo debo a ti...
Es increíble como con el paso de los años, una misma mano puede relatar cosas tan diferentes y tan iguales a la vez.
Hace tantos, tantos años ya que comencé aquella historia que el destino se encargó de que no se acabara, que creí imposible poder sentarme un día a terminarlo.
Era un cuento?; porque las niñas solo pueden escribir cuentos, y como tales llevan sueños, magias. Es asombroso como pasados los años pasa a ser No sé como una vida ya contada, pueda ésta girar tan deprisa. No sé, como las redes de la vida, te pueden atrapar y llevarte del cielo al infierno de la misma manera que te lleva de la muerte a la vida, para volverte a matar. Te deja en el punto justo que terminan las fuerzas, donde hace mucho lo intenté.
Lo había intentado repetidas ocasiones. Me había propuesto muchas veces hacer algo que mereciese la pena. Si, había intentado despegar de mi campo. Pero mi autonomía era pequeña. El radio de acción se limitaba al tiempo de desayunar y vestirme; luego, a falta de combustible, tenía que tomar tierra. Volver a mi casa, mis pensamientos, mis sueños… a igual.
Tarde o temprano uno llega a la edad en la que comprende, y al madurar, comenzamos a ser más fieles a nosotros mismos y se descarta lo que se opone a nuestro auténtico yo. Y en ése punto es donde todo ser engendra el hábito de la rutina, y la sordera se hace más progresiva o total. O empieza a buscar las respuestas, en donde no debiéramos a veces, a trompicones y codazos otras. Y tal vez no son las adecuadas, y no siempre son las adecuadas, y no siempre las encontramos, pero te das cuenta que la búsqueda es en sí misma una gran felicidad. Que el afán y la lucha por arrancarle a la vida algo por encima de lo primordial, es una razón muy importante para nuestro propio acicate. Y que desde luego, el que se inicia en esta lucha no la abandona nunca, vas a tientas y a ciegas pero no te importa, te encuentras tú solo, que la vida es y será tuya por siempre.
Yo había caminado perdida y desorientada tantos años de mi vida, que no sé de dónde saqué las fuerzas necesarias para desandar lo hasta ahora recorrido. Para regresar a la encrucijada en la que habíamos escogido el camino más fácil.
“Más vale perderse en el camino que no andar nunca”, eso debí pensar sin duda, si no, cómo habría yo iniciado el sendero tan duro y tan largo, tan dulce y tan triste por el que caminaba. Y anduve deprisa al principio. Soñaba p con encontrar un jardín de acacias de hojas plateadas y llenos de chopos abrumados de cantos de pájaros.
Pero aquel camino ¡ay! … Se volvió angosto. El sendero por el que caminaba no me llevó al jardín soñado, solo a otro sendero en el que al horizonte, las malezas presagiaban arañazos y confusión. Pero ya ves, fue allí, en aquel camino donde tropecé con un viejo conocido mío, se llama dolor y lo conozco hace años.
Él, el dolor es el gran maestro que nos enseña; a nuestro pesar a veces, solo de una manera inconsciente aprendemos. Nos barniza. Nos da una capa que nos adiestra para resistir los próximos sufrimientos, y sobre la que resbalan las cosas sin importancia que hoy tasamos en su justo valor. Por ejemplo: ya prefiero las margaritas a las rosas. No son tan bellas, pero duran más y sobre todo duelen menos.
Aunque aprendes a que no se note el dolor, que no te asuste. Si me apetece una rosa, la tomo, y si me pincho, chupo la sangre. Y al succionar con la sangre mi propio dolor, me digo que aquella rosa, bien vale un suspiro.
Y vivo con alegría, pero cada noche me duermo con pena. ¡Soy avara de nuestro tiempo!
Tal vez pienso al acostarme, sueñe cosas ajenas a nosotros dos; tal vez soñaré otra cosa, puede que hasta sueñe... Y me da pena, tristeza desperdiciar estas horas de sueño, no vivirlas, no soñarlas contigo.
Ahora que te has ido, en estos días que no estás, te tendré más, “Tú no decaes en mi aprecio, ni en mi afecto, ni en mi amor” Tu eres y serás lo más importante del mundo para mí. Lo serás por siempre.
Hace años, al comienzo de mi infelicidad, me hubiera empeñado en hacer todo lo contrario de lo que me hubieran pedido, hoy me da igual. Me dejo arrastrar como tú, por mareas desiguales que nunca saben en qué puerto te dejarán.
No quiero dame cuenta de lo que yo represento realmente para él. Ahora que te quiero a ti, le quiero un poco a él.
El amor nos agudiza el alma, nos agudiza los sentidos. Aunque digan que es ciego, que lleva los ojos vendados. Pero esa venda, es una trama fina que a modo de estameña, cierne todo lo superfluo y nos hace ver muy perspicazmente.
Y, Cómo no voy a ver yo?, si tu estas en el fondo de mis pupilas, te veré siempre en los ojos de la gente. Te veré como la primera vez que te vi.; arrastrada a ti, como los cuerpos en sui caída, tercos impulsados por la fuerza de la gravedad.
La tarde de la derrota, la tarde en que me viste como yo te veía a ti, me revistió una coraza de fortaleza y mi piel erizada, me ponía en guardia. Contra quién temía que luchar?, contra ti?, conmigo misma?..., De qué materia estaba hecha mi coraza, de temor o egoísmo? Creo que era temor, yo nunca he sido tan egoísta contigo, nunca. Era temor al fracaso, a la desilusión, a que el principio de nuestro encuentro fuese en realidad el final de todo. Tampoco entendía que la naturaleza se negaba a esta lucha continua y se dolía de ella. Vivía la euforia inmediata a la victoria, pero, no podía dormir. Mis miedos destrozaban mis nervios. Quería volver contigo a la antigua isla donde guardamos juntos aquel tesoro.
Al tenerte cerca, me sentía fuerte, pero al quedarme sola y deponer las armas, me encontraba casi siempre agotada. Como el anaranjado y violeta del sol al atardecer cansado del largo día pasado…
Toda la tarde sentí en mi ánimo el peso de la contrariedad que se nos venía encima. Cuando metidos ya en nuestras palabras nos olvidábamos de su significado, conseguía reír abiertamente, pero luego, en las pausas que tomábamos para fumar un cigarrillo, yo notaba aquel obstáculo en nuestro camino. Mi pensamiento con sensibilidad de radar, me avisaba de la pared que inevitablemente surgiría en el sendero de este amor. A veces absorta en las palabras, percibía el peligro y no se concretaba éste en mi imaginación. Como cuando algo nos alegra esencialmente y preside nuestros actos y, sin embargo en determinados momentos llegamos a olvidar la causa originaria que los produjo; tenemos que hacer un esfuerzo para recordarla. A pesar de estar señoreando nuestro vivir, que nos da el tono...
Así es como pude; aunque oprimida por la separación, olvidar el tan poco deseado viaje; una nube empañaba mi momento, nube sin importancia, nube propia de aquel mes; pero por ser la primera de nuestro cielo, no me complacía mirarla. Entendía muy bien lo importante que puede llegar a ser un cielo nublado.
Hacía demasiado tiempo que no “perdía” la tarde en el fascinante mundo de mirar y que me mirase todo aquello que pasaba a mi lado tan deprisa, de lo terriblemente me alejaba de ti...tal vez por siempre.
De una manera inconsciente, le contaba a la nube: que no era más que una lágrima oculta, que muy posiblemente ya no habría ni más siempre, ni más pronto; pero ésta pasaba de mí, no se atrevía a caer, se quedaba contigo, no entendía la lágrima que allá donde valla yo irá conmigo.
Cada sábado, cada lunes, cada día ya, será una larga borrachera, una larga hibernación en la que ni un rayito de sol libere mi tormento.
Me quedo en un estado dormecino, aletargado que no me quita la capacidad de pensar, y las ideas bullen y se agolpan en mi cabeza. Hago cálculos aproximados y comparaciones odiosas, creo que allí los precios nos saldrán más favorecidos ¡mentira!, es solo mi entusiasmo, mi utopía.
La suerte no me favoreció aquél mes. Gané sólo un pleno; ganancias que se irían rápidamente, y otra vez me quedaría con la pedrea del recuerdo.
¡No me quieras tanto!, pensé más de una vez ante la emoción del juego: la ruleta girando, las fichas sobre el rojo satén, y luego el vago temor de que los dados, lanzados a veces donde nadie pueda verlos, me privasen de ti. Si, ¡quiéreme!, el dinero, el riesgo no importan, nada importa. Tenías razón vida, no es un juego el amor, no, no lo es.
Recordar nuestro corto viaje, es ver desdibujado en mi mente el conjunto de cosas, de imágenes, sonidos y aromas que circulan por cada poro de mi piel sin poderme ofrecer razón alguna. Pero una queda, una sensación que permanece al día; la luz.
Una impresión que hirió profundamente mi retina y de una manera inconsciente mi memoria.
Si yo fuese una buena pintora, pintaría un cuadro que para mí sería sublime. Con un centro dominante, de luz cegadora que conseguiría con la mezcla de amarillos y blancos, y naranjas y ocres; que se esparcieran por la tela llenándola toda, y en las esquinas, retazos de azul y verde. Azul de mar, verde de oliva. Azul de cielo, verde de campo. Azul de ti y de mi...verde. Y aquí y allí, pinceladas de rojo, como el de las rosas que marchitan entre papel celofán, y suaves toques de risas de espumas; como las de las olas en las rocas y un punto de silencio para que el que lo mire no pueda verlo.
En verdad fueron días de luz y risas. Fueron vacaciones locas de una vida que yo me tomaba demasiado en serio, y es que hay pocas cosas que desconozcas de mi. Desde el principio del amor, yo te he descubierto mis pensamientos, todas mis ideas, a la vez que te hacía participe de mis sentimientos; sin doblez, sin disfraz, sin mentira ni engaño. Pero mi vida, no alcanzaste a verme como yo me mostraba; tal vez como yo creías que esto no podía pasarte a ti.
Aunque lo niegues, estoy segura que muchas noches despertarás y no sabrás si soñaste o en realidad yo existía, o si existiendo soñabas conmigo.
Ahora nuevos días por delante sin ti, había hecho planes de soledad. Había querido recordar nuestro encuentro, rememorar los primeros tiempos de nuestro amor, y se han cumplido mis deseos de remembranza. Mi proyecto hoy, era tu encuentro. Y he de reemplazarlo. He de sustituirlo por nuevas ideas para llenar las horas que me quedan.
Me pareció cuando supe que te marchabas, que me abandonabas, puede que llegara a creerlo por la dedicación que pensaba hacer al recuerdo de tanto amor, o puede que en realidad no te importara lo suficiente, que no me amaras tanto como yo; no sabía.
Pero no, esta vez me equivocaba. Ahora se bien que estaré en tu corazón y tu alma por siempre. Y nos veremos los dos proyectados en el tiempo; hacia atrás,, en un pasado tan presente que llega a herir demasiado. Es, como volver a leer un poema o escuchar las canciones que nos emocionan apenas empiezan a sonar sus notas, recuerdas?, que ya no me servían, que algunas ya no eran adecuadas? ¡Bien sabía yo que nos servirían por siempre!
Las organicé con tanto amor, temor y ansiedad. Con pánico de que la mitología del adiós vaya cumpliéndose inexorablemente, que la belleza que les di y todo el amor que puse en ellas, haya desaparecido hoy, y con la ansiedad(que es esperanza), de que persista, de que con el paso del tiempo y nuestro sentir, se hayan incluso revalorizado. Para no olvidarnos nunca de esos momentos que tan amablemente nos cedía el destino, de los paseos serenos en los que tomándonos de las manos nos dejábamos llevar por los sentimientos. Los descansos que tomábamos entre los cambios de sala, que el frío, el calor, la soledad, el exceso de gente e incluso la comicidad de estos, nos obligaba a realizar. De las veces que como la princesa del cuento miraba el reloj que paso a paso nos acercaba más y más a la siguiente despedida. Y no supimos pararlo, y no lo paré...
Así pasaron los días, llenos de ritmo poético, de deambular, de inquietas llamadas, de largos paseos por calles y pasillos y salas. De abrir y cerrar de puertas, de luz y oscuridad que muy tímidamente se atrevieron a iluminar de vez en cuando algunas estrellas que vistieron el cielo para nosotros. Fue una galaxia en la que nueve nuevos planetas; a fuerza de mucho amor se fueron creando y que para desgracia nuestra, desapareció con el décimo. Y no importó que lo cobijásemos, lo protegiésemos, lo anudásemos con un cinturón blanco y puro, se nos olvidó apretar aquel nudo con fuerza.
Ahora tengo mucho trabajo, tengo que ver qué hago con mis sueños mientras consigo olvidar, cómo organizo mi vida para que no duela más de lo necesario. Debo encontrar qué hacer con los minutos, las horas, los días; ¡si supieras que no sé cuantos me quedan!. Me gustaría dormirme y al despertar, seguir dormida... aunque no debo, debo vivir, a pesar de que son días sin ti, son valiosos; son días que aunque yo más tarde lo deseara, no podría volver a vivir, no las podría hacer volver a ningún precio. Y debo aprovecharlas, me quedan algunas cosas por hacer, que tengo que dejar acabadas.
Cuando cansada de vivir relaje mi cuerpo, será tu recuerdo el que me estimule. Tú serás el hito de mis pausas.
Noto tu presencia más que nunca. No sé, si es que tu presencia se ha impuesto de manera necesaria en mi vida o si es que... ¡estaba tan segura de nuestro amor!, que al no poder realizarlo me siento triste, decepcionada. No de ti, de la gente, del mundo y su manera de distribuir la vida, de la extraña forma de encaminar los destinos de la gente, así, a tientas y a ciegas.
Sabía muy bien; y te lo dije que llegado el momento era muy difícil estar a la altura, y de nuevo me equivoqué. Subiste tanto el listón, querías hacerlo todo tan bien, tan entrenado, que la pista se te agrandó demasiado. Te asustó verla tan larga y recta. Y me dejaste parada, y me tengo que quedar inmóvil, no puedo ya más que soñarte; más allá de las palabras, más allá de las horas y los minutos, soñarte por siempre.
Dices que tengo mala memoria, que apenas vivo, olvido casi todo... entonces, ahora que te sueño, dime, estoy inventando caricias, tus manos, no han sido nunca tan tiernas, tan hábiles y alucinantes?, es que solo lo imagino?.
Cuando me decías que lo que más te gustaba de mí, es mi recato, mi modestia en la intimidad, mi timidez, tenías mucha razón. Pero no sabes ojitos cuánto aborrezco ahora esos “elogios”. Hoy necesito pensar en ti, en tus manos...
Dime vida, cómo he cambiado tanto, cómo en un periodo de tiempo tan pequeño, me diste todo y me dejaste sola con tanto amor?
Ahora comprendo a los locos. Tu mismo me llamaste loca alguna vez. ¡Qué cómodo!, cerrar los ojos y el corazón al mundo negándose a la verdad, a la evidencia que no puede soportarse. Yo, podría volverme loca si quisiera. Abrir los ojos y hablar de cosas ajenas a ésta que me oprime. Podría levantarme y caminar descalza; los locos lo hacen, yo misma lo hago cada mañana.
Si me volviera loca, tal vez me llevaran allí; a un sanatorio, pero, son escuchados los deseos de los locos?, y si me llevaran, irías tú a visitarme los domingos?
Dentro de un segundo, sólo un segundo, se acabará la posibilidad de éste sueño, de éste triste sueño.
¡Dios mío! Ya han pasado, hay dos salidas; el sueño o la locura, pero no, no es cierto, solo hay una: la verdad. La monstruosa verdad que acepta mi corazón por inevitable. Ahora si debo pensar con lógica. Y tengo que felicitarte; incluso decirte eso de “prueba superada”.
Has tratado de destruir mi ilusión, has dado un golpe bajo a mi dignidad, has tratado de derrumbar mi sueño quitándome aquello que me daba la vida, cuanto menos, te puedes sentir orgulloso, te permites la ofensa, me niegas mi casa, mi fe y mi amor. Me cierras las puertas de golpe, con la dureza del más cruel matón, el más despreciable de los hombres. Pero ¡ay!, si te conozco bien..., la dureza la llevabas en los labios; puede que hasta en la mirada, pero no la encontré en los ojos ni en el corazón; y eso, es lo peor. Debiste hablarme, no callar, eso si me hizo daño ves?, que me alejaras y no te apoyaras en mi, que ni por un momento pensaras que me apenaba verte así, que actuases como si la obra no tuviese más que un actor, que la princesa debía recoger su vestido y volverse a su jaula de cristal. Creías a caso que no entendía, pensaste que no captaba la intención, de verdad supones que creí cuanto dijiste, pero dime, no ves que al alejarme de ésa forma me dejabas lo mejor de ti; me dabas la más grande prueba de amor, cómo puedo odiarte entonces, cómo voy a llevar rencor en mí?, solo siento que tengas que vivir como he vivido yo siempre, verás que el dolor te da la medida justa del valor que se necesita para vivir sin el amor que sabes que tienes. Vas a sufrir más que yo y eso me rompe el alma, me da a mí la fuerza para seguir luchando en la guerra interna de los sentimientos. Dios mío, qué voy a hacer contigo? cómo te explico que por ser o creer que eres más maduro no se es más feliz. Te garantizo que yo si he sido madura; puede que no haya sido acertada, pero madura si, es solo que no quería serlo contigo, puedo asegurar que la madurez no devuelven un diez por cien de lo entregado. Lo irás viendo por ti mismo. Tanto entregar, tanto sacrificar, no es rentable; y no lo digo por la parte de interés que pueda aparentar, es que no es justo, al final, verás que estas igual o peor, porque se deja pasar por nuestro lado lo que en realidad hace que la vida sea vida, y te va exigiendo cada vez más, y llega un momento en que te pide la sangre, y se la damos, porque es lo correcto, lo sensato al parecer de los demás, y no te deja ni una sonrisa de agradecimiento, de aliento. Yo no la quiero. Ha vivido tantos años a mi lado que la conozco demasiado bien para darle tregua, yo seguiré siendo una niña por siempre.
Cuando acierte mis decisiones, pues me alegraré, y cuando me equivoque, diré que no soy lo suficientemente madura. Y si miento, si me engaño a mi misma...pues bueno, bastantes veces me engañaron, bastante he llorado yo, bastante he sufrido ya como para ponérselo fácil, ése será un comodín que siempre tendré a mi favor; ser o no ser madura a voluntad.
Recuerdas aquel trocito de canción que tantas veces canté?, pues así pienso; ya no quiero más clases de falsa moral, Si es verdad que nadie es culpable de amar, a qué viene la moral a llamar a mi puerta, con qué derecho me pide no escucharlos?; solo puedo oírlos, y ya ves, por oír sin escuchar, así nos vemos; maduros como una fruta. Y como ella, nos quedamos en la tierra clavados, solos, pudriéndonos en el suelo por exceso de madurez.
Pues bien, si así lo quisiste, así será. Antes puede que lo hubiese visto muy dramáticamente, ya, tanto me da esto o aquello, la vida me da igual; si quiere jugar, jugaremos, aunque nos toque morir, y no hubiese querido morir así, pero tampoco me asusta mucho. Mira; hace muchos años, en la playa, vi que un niño pequeño lloraba muy asustado. Sangraba por una herida que tenía en un pie, gritaba y gemía que se moría. Era absurdo que llorara de aquella manera, la gente se reía porque no había peligro en la herida, pero cuando lo cogí en brazos, pude ver en su cara el miedo. No le temía a la sangre, había y mucho miedo a la muerte. De un modo natural, creía que teniendo a alguien a su lado no podría pasarle nada malo, se sentía protegido.
Algo parecido me pasa a mí. No deseo la muerte, pero tampoco le temo, ¡si tú saltas yo salto!, eso es y seguirá siendo válido para nosotros por siempre.
Yo no deseo que me quiera quién ha dejado de quererme; ni que me ame quien nunca me ha amado. Tan solo quiero que quién puso amor en palabras y ternura en su mirada no me olvide nunca...porque yo si amé y mucho, y seguiré amando después de la muerte. Aunque ésta me arranque la belleza del cuerpo y del alma, me robe la luz que prende, aunque sea de un débil hilo,; aunque bajo la tierra me despoje de todo lo que un día me regaló, jamás podría odiarte. No la temo, no; y no quiero morirme, todavía no ansío la paz definitiva, todavía no quiero ver a Dios..., más tarde, o mañana, hoy no.
Y se que me acecha, que me ve y me llama, pero no le temo. Temo más tu vida muerta que la mía propia. Y la tengo a la mano, pero creo que ésta vez gano yo la partida; soy buena estratega, te consta, y en éste pulso de la vida por la vida, ganará mi vida. Y me costará dolor y sufrimiento, y tendrá que aprender a sortearla, y tendré una lucha desigualada, pero si ella tiene por armas el poder; yo tengo la esperanza, y muchas ganas de vencerle, y mucho amor y creo que hasta el valor suficiente para mirarla a la cara de frente a frente sin temblar.
¡Algún día sabrás!, me dijiste una vez al teléfono; que por cierto, acostumbramos tan mal que aún nos traiciona de vez en cuando, pobre, qué sabe él de enredos y secretos. ¡Algún día, sabrás tú!.
Siempre gano a esperar, a querer, a perdonar a saber morir sin haber muerto, porque el amor del alma nunca muere, el del cuerpo tampoco, ése lo matan. Y en verdad mi vida que nos tocó lo peor, ni en eso tuvimos suerte. Los peores asesinos, fueron nuestras sangres, nos mataron el amor los hijos, todos. Nuestro problema no era la separación. ¡Que absurdo!, eso era solo un obstáculo que hubiéramos superado con tiempo, ya lo creo, ése no era el final, el final eran los hijos. Ya ves, una palabra que ni siquiera estaba prohibida en nuestro vocablo. Era una palabra que inusitadamente, no rompía nuestro código, pero era la palabra que comprendía todas las prohibiciones, que concretaba todos los vetos.
Otra vez echabas mano de la razón, de la madurez, de la maldita costumbre de actuar correctamente, y por eso, tengo que apartarte de mí, de mi vida. No volveré a verte como la primera vez que te vi...
Ya nuestro cuerpo no es nuestro, no nos pertenecen y ruedan a sus pies con la misma indiferencia del que ve caer la lluvia sin darse cuenta que llueve.
Barreré de mí tu recuerdo reciente, porque no favorece a su existir. Me arrancaré del alma tus palabras; con mis propias manos. No sufriré una intervención quirúrgica, si no dos. He de extirparme tu nombre de mi boca, ¡tu nombre!..., he de arrancarte de mi carne; sin anestesia, ni mascarilla, sin cirujano; a mis manos.
Mis manos, que te han acariciado, que se han multiplicado..., que me han nacido para rodearte. Si, mis manos que decías que eran hermosas y que lo serán mientras en ellas sienta el calor de las tuyas cuando se enlazaban, cuando te besaron mil veces con los dedos, cuando daban paz y ternura en cada caricia. Ellas serán por ti y para ti hermosas por siempre.
Sin embargo mi cielo debe sacarte de mí. Y temo. Porque todo cirujano, debe sentir al comienzo de toda operación, un momento de pánico. Y cuanto mejor sea el cirujano, mayor será su miedo. Porque la inteligencia y la destreza; si son auténticas, nunca pueden descartar la sorpresa, desterrar lo inesperado. Ese mismo temor, es el que acompaña mi pulso tembloroso, el miedo de no hacerlo bien, el pánico de que aún cuando consiga cerrar la herida se me suelte la sutura, se haga permanente en mí la cicatriz, y la felicidad se me salga gota a gota por la herida que no cierre nunca.
Hasta ahora, la felicidad que he conocido me la has dado tú; una felicidad hecha de admiración mutua, de ilusión compartida, de goces del espíritu, de ansia de conocimiento, de comunicación y unión total.
Ahora, la felicidad y el goce que se me ofrece, llegará de otra manera; a través de renuncias, dolores y soledad, de comercio con extraños y procedimientos que ya son absurdos. Más si la esperanza irrumpiera en mí, aunque desgarrara mi carne y atravesara las fronteras de la tristeza por el camino que corre mi sangre, derramando ésta y dejándome sin color, aún así, el precio no habrá sido demasiado elevado, ni excesivo, puede que el mañana si llegara pronto ... Pero si no encuentro la más pequeña pista, el menor rastro de ella, si la esperanza no es más que un vago suspiro, cómo haré para seguir adelante?
Se cerrarán del todo las puertas y no encontraré el camino seguro para llegar a ninguna parte, nunca. Se quedará allí; tras la puerta que cerré en mi mente, en la que apoyé mi cuerpo, todo mi cuerpo se apoya en la conversación que tuvimos, en la pendiente, en la que posiblemente nunca acabemos. Si lo hiciéramos, cruzaríamos palabras de otro modo; al otro lado ya.
Debimos acabar la primera, pero yo lloraba demasiado y a ti, se te acabaron las palabras. No sé, tengo la sensación de que por un momento, tu boca decía lo que le mandaba la cabeza y no el corazón. Puede que me equivoque, puede que solo me lo pareciese, o puede que en verdad te conozca lo suficiente para comprender tus emociones, tus dudas y tus miedos, tu manera de ver las cosas, sin saber nunca qué quieres en realidad.
Ante el adiós inesperado, me sentí débil, débil y cansada con tanto dolor. Fue solo un momento, apenas duró una tarde, pero sentí las ganas de decir la verdad. Pero al final pudo mas mi entereza; la entereza que se derrumba en el umbral de mi casa. Entereza disfrazada de locura, de desesperación, de comprender que si aquella puerta no se abría... jamás volvería a entrar. Que si me iba, nunca volvería, nunca.
Desde el balcón viste mi derrumbamiento, pero no descubriste mi soledad. Ahora siento haberte dejado aquel recuerdo, solo quería quedarme contigo, a tu lado. Perdóname vida por arañar en tu dolor.
He pensado y pensado mil veces que querías dale tiempo al tiempo, que él, pondría todo en su sitio, que pasado un espacio en blanco, una coma, podrías retomar la escritura, pero cielo, yo, no tenía ese espacio.
Apenas tenía un minuto que te dediqué por completo, y no lo viste (después me lo entregarías multiplicado) eso debiste pensar, pero ya no habría un después y yo lo sabía bien. Como sabía que un beso triste, frío y cayado que nos sirviera de despedida y que no nos dimos nos dolería en el alma por siempre jamás.
La historia interminable volvía a repetirse. De nuevo las palabras que tanto y tantas veces te refuerzan, te asustaron, y rompes promesas del corazón para cumplir las del alma; yo hubiera hecho igual, aún sabiendo que el corazón lo guardará otro corazón siempre, siempre, y el alma volará sin remedio de tu lado y tomará su propia historia, pero; yo hubiera hecho igual.
Pienso por momentos Que podríamos haber aprendido juntos, que entre el corazón y el alma hay una fuerza capaz de mover el mundo, de hacer fácil lo difícil, de hacer posible aquello que no lo es; el cariño.
Te habría enseñado que una curva solo lleva a otra curva, más o menos cerrada y difícil de tomar es cierto, pero que a la velocidad adecuada se van pasando una tras otra. Que a las decisiones hay que darles motivo para tomarlas, que hay que andar un camino, y correr a veces para que no nos quedemos atrapados en el. Que no podemos ir a tientas y a ciegas por siempre jamás.
No he podido enseñarte eso y mil cosas más que yo podría haber aprendido de ti. Tendrás que enfrentar el problema tu solo. Y me da tristeza. Y me da miedo. Al fin y al cabo, siempre nos dejan solos, nos dejan atrás y eso no es justo. Me asusta que cuando llegue ese momento no haya nadie a tu lado. Cuando necesites apoyo, ¿en quién te apoyarás? Yo, estoy acostumbrada, tengo toda una vida de experiencia, se vivir con el recuerdo.
Puede que por eso intuyera mi final, que anunciara mi muerte en la ciudad, esa ciudad que se que conquistaré no sé cuándo.
Aquella mañana dudaste por primera vez. También dudé yo. Mientras pedía la ayuda de Dios, dejaba a sus pies tres flores, tres Lirios ¿poca ofrenda sin duda para tan gran favor!
Traté de ocultar las dudas con los pétalos de una rosa blanca, pero sabía que éste amor que hicimos de palabras; todo lo sublimes que quieras si, pero frágil y difícil de conseguir; como las rosas blancas en invierno, y las palabras vida, se agotaban.
Me maldigo mil veces por no haberte sabido entender. Por no ver en tus ojos de mar la tempestad oculta. Por no saber darte la mano a tiempo. Tan solo empezaba a volar y la emoción de tan alto vuelo alejó por un momento mis pies del suelo, y cuando quise dame cuenta no tenía la energía suficiente para seguir tu vuelo. Creí que al verme tan frágil, tan pequeña y tan resbaladiza decidías seguir adelante tu solo. Tú conocías bien el cielo por el que pasabas, conocías los obstáculos y los atajos. Yo, me detenía en cada torre, en cada piedra, en cada árbol para saborear el aroma, el perfume sublime que dejaba el rastro del amor en cada recodo. No sabía que para cruzar el cielo sin que te cacen había que volar muy rápido, sin mirar atrás, de un tirón. Y...no pude alcanzarte ¿Cómo podía entonces yo ser tu freno y tu lastre cuando quería ser tus alas?, volar contigo...
Empecé a sufrir de insomnio, a ganar y perder batallas; me costó sangre y lágrimas ésta guerra, y no tuve más apoyo que la melodía que a modo de anónimo, me regalaba fuerzas, alegría, confianza y también dolor. ¡Dios mío!, debí romperlo la segunda vez que sonó; así no me hubiese convertido en la princesa del más hermoso cuento; de la más bella historia que se pueda contar. No podía por nada dejar sin pasajera la calabaza mágica, aunque con las doce campanadas terminara el hechizo, aunque no hubiera zapato de cristal que se guardara, aunque se perdiera el reino y su rey.
Al menos, dejó grabados en mi retina por siempre jamás el recuerdo, el que me dejó colgada a metros del suelo, en el rincón donde el recuerdo me regalaba una panorámica bellísima; las casas agrupadas, acurrucadas en el regazo de la montaña más blanca salpicada por gotas de sol que iluminaba el momento, el verde de los campos que se adivinan a lo lejos, el mar, que aunque no se veía, sentíamos tan cerca, tras la línea azul que el cielo traza. La majestad del castillo que arrogante y galán preside la estampa desde la colina encantada. Y el silencio de tantas voces que tras los muros, esperan el momento de volver a caminar y contar tantas y tantas cosas que vieron pasar, que les quedó por decir.
Te pedí entrar, recuerdas? Pero quizá no te gustan los cementerios ¡enseñan mejor que nada a vivir!
He pensado muchas veces cómo te acostumbrarás Tú a vivir sin mi?, cómo te convences de que tanta verdad tiene que ser mentira, cómo cerrarás los ojos cuando te besen, sin sentir que te besan... demasiadas preguntas no crees?, y entre ellas quizás te preguntes cómo lo haré yo?, pues es muy fácil, yo, nunca me acostumbro del todo a vivir sin ti, la vida me la alegra la tristeza de saber que aunque no estés a mi lado, siempre te tengo presente, quieras o no ahí estaré yo, en cada momento de tu vida, aún cuando no pienses en mí, yo estaré siempre detrás de ti, como la sombra que nadie ve, como el aire que se respira y nadie nota pero imprescindible. Mis besos? Están dados, no necesito más. Sonreír; bueno eso es algo que los labios hacen de modo automático, pero te aseguro que con los ojos, la mirada y el corazón pocas veces sonreiremos más, apenas unas veces que el tiempo nos de un segundo de valor y ternura, porque se que los habrá, se que a pesar de todo un día volveremos a ver todo esto, como en una foto, un flash pero llegará, y aún así con esos breves momentos de amor cada vez que mire mis ojos, cada vez que busque los tuyos en la mirada de la gente o en mi propio espejo no hallaremos la alegría de antaño, esa, no vivirá en nosotros nunca más. Habrá otras miradas quizás escondidas, robadas, arañadas a un reloj o a unas miradas que no deben mirar, pero yo te veré, te tendré una vida.
Y la llevaré con el orgullo de una princesa. Y no me arrepentiré nunca de la causa que la provocó; que no cambio ni un solo minuto de los que viví para que nacieran, que no desearé ni una vez, cuando la vea reflejada en mi cara no haberla sentido por ti, que no quiero más alegría que la que me da el recuerdo de tus manos, tus ojos y tu voz diciendo que me quieres.
Por todo esto, ahora que no estás, no puedo dejarte solo. Yo era tan diferente a como soy ahora, tengo que tomar decisiones a las que no estoy acostumbrada, y son duras algunas, y duelen, y te van desmoronando poco a poco, y te hurgan en lo más profundo del sentimiento y te confunden a veces, pero son irremediables.
Y la he tomado. Y la tomé sola. Quiero dar los pasos necesarios, valerme por mi misma; sin consejo ni ayuda, yo sola. Pero presiento que la soledad será árida ¡hay un dolor de huecos por el aire sin gente!, y tendré que aferrarme a ellos, a los hijos, y bien afianzada comenzar, esperar...
Una nueva intranquilidad invade mi ánimo al notar que las distancias se van acortando rápidamente, a etapas vertiginosas. Dentro de unos meses qué será de mí? ¡Animo me digo; al peligro como a los toros hay que darles la cara, colocarnos de frente, hacerles entrar al engaño, mientras nosotros, exponiendo mucho le vencemos...aunque a veces las cornadas que dan éstos no sean tan dolorosas como las que da la vida, y aún así, abro la puerta. La puerta grande que desearía no cruzar nunca, y atravieso el patio; contemplo las plantas, las flores que coquetas forman un pequeño jardín, alegran muy tristemente el encierro de la gente que las contemplan. Es, el espacio que no se ocupa. Flores que sin duda se riegan a diario con las lágrimas de cuantos hemos pasado por ellas.
Casi doblo la esquina sin darme cuenta, casi llego a ver el balcón que colgado en el mismo sitio donde lo dejamos me mira. Guarda todavía resquicios de melancolía y abatimiento. Allí donde la noche nos escondía y hasta nos mojó suavemente con gotas de estrellas, que a modo de lluvia nos invitaba al recogimiento y al abrazo tierno de los que solo los que quieren saben regalarse. Esa lluvia era un llanto postrero; sin duda preludio de las tempestades de lágrimas que habrían de venir más tarde; recuerdo que una noche pensé que la sonrisa marca el camino que siguen las lágrimas, y no me equivocaba.
Me agarro a la baranda muy fuerte, mientras subo despacio, pero el mármol redondeado está frío
¡Que curioso, no lo había notado antes!
Doy media vuelta, prefiero el ascensor, es más rápido, me llevará antes, es más... eso un ascensor.
Se siente el tórrido olor a hospital a lo largo del pasillo que me conduce de nuevo a la misma sala, una figura me recibe con curiosidad; espía mi cuerpo y mis gestos de una manera descarada; como averiguando en mis adentros, preguntándose tal vez qué demonios hacía yo allí, de ése examen debo salir bien parada porque de una manera graciosa me dedica una sonrisa, yo, le tengo que devolver, si no con otra sonrisa si con un gesto de asentimiento y conformidad.
Caminaba a mi lado segura; como el que camina por su casa, de una forma autómata, guiándome por el pasillo que tantas veces nos vio pasear.
Muy bajito me indica amablemente cual era mi sitio “como si no lo conociera yo”, como que no sabía que habría de pasar toda la noche, una larga noche con la seguridad de que no habrías de venir. Esta noche no oiría tus pasos fuertes resonando en el suelo, ni el chirriar de la puertona, ni la sombra de tu cuerpo que recortaba la poca luz que iluminaba la estancia. Mil veces salí al balcón con la esperanza de que en algún rincón pudiera descubrir tu imagen.
Esperaba con angustia, con miedo, con la fe que era capaz de albergar en mí, con paciencia y con pena. Hasta que la mañana irrumpe en la noche con suavidad violadora, y miro y no te veo, pero si te imagino y sé que tu también estas viendo el amanecer. Y envidio el sitio donde estás, allí en las alturas, donde cada trocito de sol nuevo es solo para ti, donde la hermosura del paisaje se mezcla con el peligro y el riesgo del salto definitivo, pero no, no me lo cuentes, deja que no sepa lo que por momentos adivino.
La voz; la voz de aquel hombre de azul me saca de mis pensamientos, me habla y yo solo puedo ver sus ojos, mis sentidos, todos, están pendientes de la melodía que no sonaba ni iba a sonar, esta mañana el anónimo no me acompañaría.
Me fui con el miedo entre las manos y la esperanza en el corazón. Me consolaba yo sola y me animaba diciéndome que el pasado, pasado es y el futuro era cruzar aquella puerta. No renunciar a la vida aunque no me importara demasiado, pero había personas a las que se la debía dedicar, incluso a ti mismo, No podía negaros mi presencia, si lo hiciera, yo misma sería otra asesina, pero...y si todo sale mal?, y si de verdad me muero en un quirófano y a pesar de todo no hay nadie esperando? Y si no tengo el consuelo de una mirada, ni siquiera el calor de morirme al lado de mi amor?
Por breves momentos, olvidándome de lo que está llegando, tarareo una musiquilla, hace mucho ya que no la he cantado, una canción que habla de un ángel. Del ángel de la guarda que espera por ti para poder guiar tus pasos y que ahora, no tiene quien lo guíe a él. Y se ahoga en el pecho un grito, un lamento y tengo que cerrar los labios para no llamarte.
Y otra vez ante la realidad. Noto su respiración sobre mi cara, con palabras muy dulces trata de darme tranquilidad y ánimo. No sabe de qué manera me agarro a él, saben los médicos de sentimientos? saben que no es mi vida la que temo perder, no es tan importante, pero si mi vida se va se va con ella la madre, la hija, la hermana, la amiga y la mujer. Falta algo?...amor? no, no falta nada. El amor vivirá siempre más allá de la muerte en ti por siempre jamás.
Si muero; podría negarme alguien que muero por los hijos? que virtualmente, no habré sabido ser madre antes que mujer?, se atreverá alguien a negarlo?...
Solo pude ver unos ojos serenos cuando me sujetó por el brazo y cogió mi muñeca; no sé si para dormirme ya.
Yo quisiera que esperara un poco, que no me inyecten todavía, el suero me dormirá no se por cuánto tiempo. Tengo que pensar algunas cosas antes de dormir, tengo algo pendiente; debo pensar rápidamente ¡Dios mío, si ocurre lo peor, perdóname! Señor si has de juzgarme tú, ya conoces mis razones, quizá mejor que yo. Si de verdad después del último suspiro está el juicio individual, quién me defenderá? ¡Pobre de mí! Qué podré alegar yo en mi defensa? Señor, si tú has de juzgarme comprende mis motivos y después cuéntaselos a ellos.
Di que me dormí mirándolos, pero no me castigues por la única vez que olvidándome de mí y de todos me di a su amor.
Busco en mi arrepentimiento y no lo encuentro. Solo sé que era hermoso, que fue el único amor de mi vida y el único amor de mi muerte.
Dicen que el pecado está en la carne, en los ojos y en la piel. Pues ahora cerraré mis ojos, rasgarán mi piel y perderé mi sangre y seré mi sola compañía ¡que mi herida lave mi pecado si lo hubo!
Se que el amor que conocí no era del todo perfecto. Que debo amar a los hombres por dios, pero cuesta comprender esto. Puedo entender a mar a los hombres por ellos, por la dicha de proporcionarles felicidad y no buscando yo nada a cambio. Esa es mi fórmula ideal, mi manera de dar todo ofrecer la vida a cambio de apenas una sonrisa, un recuerdo una caricia un poco, ay dios!!! Como hago ahora? Tu sabes cómo siento, como pienso, como amo, sin tapujos, sin mentiras, por encima del tiempo y del dolor, por encima de mí misma, tu sabes, porque así me hiciste, mi amor, es para siempre, para toda la vida por dura que sea, mi amor, la manera de ver el amor es como tú me la enseñaste para siempre jamás.
Este sueño se va apoderando de mi, estoy soñando? En mi mente una nube se ensancha; se ensancha y toma formas caprichosas, desproporcionadas.
¡Espera!, se que mientras esté en ésta mesa seré lo más importante para él, me lo ha dicho con la mirada. Pero tengo que decirle algo, antes de que pierda la conciencia del todo. Tiene que oírme, que escucharme, ellos luego, no podrán.
Sabes?, le cuento mientras el sueño se apodera de mi razón, se va introduciendo lentamente por mis venas llenándome toda de un frío que si no asusta si inquieta.
Mira, yo sueño con un mundo muy diferente, un mundo que debería llegar; me lo merezco sabes?, vivo con la emoción de un nuevo destino; donde se unan la luz y el amor, donde dos almas se encuentran y por fin les brille el sol, y sin embargo, mira lo que tengo, apenas una limosna de amor. Es cierto que veo el sol brillar en los ojos de mis hijos en los míos propios, pero el sol que ahora veo es el sol? O la potente lámpara del techo.
Solo veo luz y no se por donde llega ni donde me lleva, que es esto Dios mío, dónde estoy?
¡Ya he despertado!
Supongo que debo dar gracias a dios por la vida, pero sólo me ha dejado probar la dicha, antes de atarme con ésta cadena tan pesada, a ésta manera tan dolorosa de devolverme lo que apenas empezó a ser mío de verdad. Y si la vida juega a ganar sin saber quién entra en la partida, yo me guardo un comodín.
Un tesoro que solo me quitarán quitándome la vida, y si ésta me la regalan de forma tan dura y penosa cómo van a desprenderme de tan hermosa riqueza. Es cierto que con el paso de los días, los meses he ido aprendiendo pero no puedo cambiar y lo he intentado, mil veces al menos. He pensado en la venganza; pero una venganza serena, que tomaré fría, pero sin daño, no soy capaz y debería serlo pero...
En adelante pasearé mi vida por el mundo; y aún cuando me pudieran ofender de la manera más cruel, no bajará la cabeza jamás para mirar el suelo. No lo haré nunca.
Mientras que los demás me ven, no me tendrán, mientras tú me tienes, no podrás verme y yo en el centro de todo, respiraré mi aliento, dormiré mi sueño y será un paseo largo y duro, y lleno de dolores, y a veces no podré caminar, pero me arrastraré si es necesario. Y si caigo diez veces, me levantaré once y la vida cansada no me dejará pensar, pero sentiré.
De nuevo seré como la rosa envuelta en celofán; bella, roja y perfumada. Un día marchita y apagada otro, pero siempre alegrando el rincón del corazón donde un día se colocó, el rincón de la ilusión, la fe y la esperanza.
O seré como el gatito que reluciente, cuelga del cuello con una cadena que no se si ata o libera.
O como aquella llamita que trémula y tímida prende de vez en cuando para que los recuerdos me quemen el alma.
Y ya no habrá más primaveras, ni otoños. Ya no esperaremos más veranos nunca. Solo el frío invierno nos acariciará con su viento gélido, solo lluvias torrenciales mojarán el camino por el que tengamos que andar.
El perfume de una flor, el susurro de una brisa suave, el llanto de un río, el calor de una mirada, el aroma de una caricia, la risa de un sol infantil, y una luna muy llena, será cuanto nos pertenezca.
Solo y todo eso será nuestro por siempre jamás, lo demás quedará dormido que no olvidado. Que te quise, con toda el alma.
Que te quiero, más que a mi vida.
Que te querré, por siempre, siempre jamás.
Aunque mi amor, tengamos que seguir viviendo en éste mundo tan extraño, de locos a veces de demasiado cuerdos otras, de tanta y tanta gente que se empeña en deshacer nudos que jamás podrán romperse.
Que la princesa; por mil años que pasen esterará siempre el beso que la despierte. Que cada día regalará risas a quien tenga lágrimas y serán sus lágrimas ocultas una mano de pintura para tenderte la mano cuando me necesites. Que te estaré cuidando siempre, pidiendo a dios que aquella luz que me enseñó no sea oscuridad nunca, que muestre la fe y la esperanza de que un día, no sé cuando se nos haga arco iris y la belleza de la tierra sea nuestra belleza, el amor que sentimos renazca y dure por siempre jamás, que no está muerto, solo duerme.
Allá en el fondo, todas las palabras Que dijimos y de las cuales todavía guardamos el eco de su recuerdo,
Duermen bajo las aguas.
Duermen aquellas que no supimos decir y esperan su turno para salir a flote.
Las cartas que hemos roto, las no recibidas y las veces que hemos dicho adiós.
La pena que sentimos y que ahora al recordarla, nos pudiera parecer más pequeña.
La risa o el llanto que no llegó a brotar, la amistad que buscamos en el momento más difícil y que resultó más débil que nosotros, más falta de ayuda.
La persona a quien quisimos consolar y nos sirvió de consuelo...
Todo duerme allí, en ese fondo, bajo las aguas por siempre jamás.
Después de una detenida lectura he creído oportuno verificar ciertas modificaciones en el presente relato.
No hay persona concreta a quien se dirija, o si. He suprimido en mi historia toda digresión susceptible de interrumpir el relato propiamente dicho; todas aquellas petulancias y puerilidades que, por regla general, son patrimonio de una primera obra.
A tientas y a ciegas por siempre jamás, es un relato que ha ganado en sencillez, en ecuanimidad.
Lo que no supe ver entonces, lo que un profesional hubiera captado a la primera ojeada, se ha hecho evidente con el paso del tiempo.
En cuanto a lo demás, no he intentado modificar mi relato en absoluto; si es cierto que el que lo lea sabrá ver entre líneas lo que no está escrito en el papel. Ese es uno de los pocos privilegios que podemos concedernos todavía.
Tuvo su razón de ser en un momento dado, y por lo que a mí se refiere me siento incapaz de escribir tres veces la misma historia en cuanto no pueda dirigir el final adecuado, el justo. Todo cuanto escribí antes y todo cuanto siga a éste, son y serán otros tantos testimonios que demuestren el progreso y la normal evolución de mi vida.
Pero nunca dejéis de sonreír, hay que ir a tientas y a ciegas por siempre jamás porque así debe ser, sin más motivo ni explicación, pero en el fondo ni tan a tientas ni tan a ciegas, pero eso sí: por siempre jamás.
Con todo mi amor: Alhambra.
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