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Tus cabellos negros ondean la viento con reflejos dorados.
Tus ojos brillan como una aurora azul llena de amor.
Triste muy triste ha sido nuestra espera; pero un miedo tonto nos atemorizó primero; luego, las leyes del destino: y entonces se determinó que desde este estado mortal, debías amor mío, ser reclamada a un cambio invisible.
Recorres bosques ahora, y para ti serán seguros, como lo era tu casa; volarás cada noche a las alturas para estar con nosotros muchas veces. Luego, con la iluminada luna nos regalarás un beso. Déjame tus manos esta noche antes de que su calor se pierda en Lontonanza, y yo, después volveré a mi casa sonriendo por el sombrío bosque, maravillada.
Cuando pase por el árbol grande, voy a detener mi paso un instante; pero no temas, no me perdí, solo paro para besar mi mano y soplar un beso para ti: después me volveré de nuevo a ver la noche. Está callada, sin ruidos, está sola. Está fría porque un suave viento la mece como augurio de penas y llantos, pero aún así está hermosa la noche. Veo mil lucecitas diminutas que aparecen lejanas, he visto que tú también te paraste a verlas; te veo extender las manos y parece que pudieras tocarlas, pero no es verdad, solo es el deseo de quererlas alcanzar, mostrando la certeza de que tus manos ya no podrá nunca más, y aún así me parece hermosa esta noche.
En un ratito acabará todo y el sol me regalará un nuevo día; otro día, pero tú vida mía ya no estarás.
Vas por ese sendero lleno de luz, la misma luz que se te negó tanto tiempo y hoy, te regalan una explosión de luces y destellos, la luna se ha vestido de gala y luce grande y llena para verte partir, serena, dulce como tu; celosa de secretos.
Mañana, cuando la luna tampoco esté, yo te veré en ella y habrá mañana un dolor de Dolores la calle arriba, corazones buscando suspiros y encontrando soledades, y yo, no podré acompañarte.
Con esta pena de ausencias, con mi mano aun caliente de escribir estas líneas que nunca quedarán bien, entrego el sentimiento y creo que estos garabatos será sin duda trazos de los que el alma jamás se separe. Hay lágrimas que nublan los espacios en los tiempos; algunas de ellas serán por siempre el alimento de mis ojos, de los tuyos y de los suyos también.
Ya has cruzado el sendero; para alguien que ha estado presa tanto tiempo de la oscuridad, debe ser muy dulce mirar el hermoso rostro del cielo y lanzar una plegaria en la misma sonrisa del firmamento azul.
Esta ha sido una solitaria tarde de Otoño; más de pronto, la tormenta ha pasado y la lluvia a cesado, quedan charcos en el suelo como lágrimas de cielo, pero yo no puedo verlas, el miedo me impidió ver el último rayo de sol de hoy y me queda por siempre el mismo reproche; no he podido darte vida mía... ni las buenas noches.
(A mi Lola, a quien amé, amo y mararé por siempre.)
PRM
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©Pilar Ruiz
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