PilarAlhambra
  LÁPIDA TEMPLARIA EN ARJONAina
 

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CRÓNICA DE UN PASEO LITERARIO Y UNA LÁPIDA TEMPLARIA

 

Jaén, la más misteriosa de las Andalucías.

Sábado 13 de Diciembre. Amanece un día gris y frío. La niebla cubre la ciudad de Jaén y su Conjunto Histórico en el comienzo de un Paseo Literario que pretende discurrir por las callejas y plazuelas de la antigua medina, organizado por el incombustible grupo de voluntarios de la asociación IUVENTA. Unas cuarenta almas, ansiosas de literatura frente a los tres grados reinantes, comienzan a escuchar en la Plaza de Santa María, epicentro del poder eclesiástico y municipal, el recitado de un texto de José de la Vega Gutiérrez sobre la irreal traslación aérea del Santo Rostro de Cristo. Allí, frente a la Catedral, magno edificio concebido como arca sagrada del Santo Sudario, aprendemos del poético texto la argucia de un presunto obispo, cuyo mérito fue salvar al Papa de sus infernales pecados y que obtuvo, como premio por tan destacada acción, una de las tres copias de la Santa Faz de Jesucristo que quedaran impresas en el sudario con que limpiaron Su Cara camino del monte Calvario, tal y como nos narran los evangelios apócrifos.

 

Más allá, en la recoleta plaza de los Naranjos, bajo el cantarín rumor del agua de la

fuente, escuchan la metafísica historia de “La Cámara de las Estatuas”, que es en realidad la numero doscientos setenta y dos de “Las Mil y Una Noches”, versión de Jorge Luis Borges, que añadió el nombre de Jaén a tan alucinada narración y que enlaza, directamente y sin recovecos, con la leyenda que ubica la mágica Mesa de Salomón, o quizá su secreto inmaterial, en esta ciudad, la más antigua de Europa, hoy llamada Jaén. Y con esta narración, donde se nombra la Mesa y el Espejo de Salomón, tesoros sustraídos del Templo edificado por dicho rey, nos retrotraemos de nuevo a la anterior parada, la Catedral de Jaén. Ese edificio está inspirado en el mismísimo Templo de Jerusalén, quizá en el afán de tratar de mostrar una breve, pero gráfica imagen, de la Jerusalén Celestial que tanto anhela el pueblo católico.

Y es que la magia y la realidad se pueden confundir fácilmente, porque mucho de los construido y diseñado desde siempre tiene, en multitud de ocasiones, lo mitológico como fundamento constructivo u ornamental. Si dicha “confusión”, entre la realidad arquitectónica y el simbolismo ancestral, es un mero legado ornamental, una transmisión de mensajes crípticos o una forma de confundir a la gente, realmente no seré yo quien lo desvele. El grupo se dirigió entonces a los pies de la Torre del Concejo, junto a la iglesia de San Juan, donde fue la música la que irrumpió en la guitarra de Mariano Cárdenas Palacios, cuyos helados dedos no impidieron que el frío de la mañana se viera sesgado por los sones arábigo-andalusíes nacidos de la portentosa creatividad de este guitarrista, jiennense hasta la médula, por hechos y por derechos.

 

Llegados al Palacio del Conde de Villardompardo, al que me gusta renombrar como Palacio del Virrey, pues Virrey del Perú fue su amo y señor, será el texto de Rafael Cámara, publicado hace años por la asociación IUVENTA, el que narre, sobre el hamman andalusí que sustenta dicho inmueble, la fabulada narración de Zoraida y Omar. El asesinato de Omar, gobernador de la medina jiennense y residente en los Reales Alcázares, llevará a su amada Zoraida hacia una misteriosa muerte, entre los montes de El Neveral y Santa Catalina, donde surgiría, también de forma inescrutable, un caudal de aguas: la fuente de Cañoquebrado. ¿Las lágrimas de la mora?. ¡Quien lo sabe...!. La música de Mariano Cárdenas incrementó el sabor hermético de los espacios intangibles en los que se encontraba el grupo a esas alturas del recorrido.

 

De allí, paso a paso, alcanzaron la Casa de los Priores, que hubieron de abandonar, antes de entrar, para llegar con tiempo a la hora prevista para la presentación de la reproducción de la conocida como “Lápida Templaria”. Un mármol de misterios impenetrables, de formas geométricas templarias, o quizá no tan templarias. Parece seguro se trata de una losa con connotaciones masónicas y cabalísticas. ¿Templaria o no templaria?. Una cuestión espinosa, si valoramos la posible herencia simbólica de esa orden en otras más próximas en el tiempo y aún coetáneas. Pero quizá cavilar sobre estos menesteres sea caer en profundidades tan insondables como los misterios tratados en este Paseo Literario, sobre todo para aquellos que no son más que profanos espectadores del discurrir de los tiempos, frente a los mensajes crípticos que nacen desde lo más abismal de nuestros, en este caso, ignotos orígenes.

 

Sea como sea, “Lápida Templaria”, sita en la fachada de del domicilio de la familia

Morales-Llavero, una encantadora casa con elegante reja de hierro realizada en

Marruecos. Allí disfrutaron de algunos párrafos de la novela del mismo nombre, “La

Lápida Templaria”, de Nicholas Wilkox, el “alter ego” de Juan Eslava Galán, jiennense de pro que ha sabido llevar su provincia a los sosegados ratos de lectura de millares de personas a través de misterios singulares, en la búsqueda esotérica del Shem Shemoforash, o del Espejo de Salomón, o, de la Sabiduría Omnipotente y la solución a nuestros problemas de humanos, sobre el yermo terreno de lo cotidiano. Llamen al enigma con el nombre, o Nombre, que ustedes prefieran, que para eso es hermético, para que no sepamos ni aún el nombre exacto del objeto prodigioso que porta a su vez el Secreto de los Secretos.

 

La lectura dio paso a la presentación de la pieza en cuestión, la Lápida, que donada por el Ayuntamiento de Arjona (donde se ubica la original), a la asociación IUVENTA, quedará colgada en esa plazuela para ser observada por quien guste interesarse por ella o, en caso contrario, como mero elemento ornamental de la Ciudad Vieja de esta capital del Santo Reino. Vuelta a la Casa de los Priores, obra maestra de las rehabilitaciones jienenses. Magnífico patio que acoge, de nuevo, la música de un inspirado Mariano Cárdenas que, desde un rincón, rompe con música de sones judeo-sefardíes tras haber descubierto en el zaguán una deliciosa claraboya mudéjar con una ornamentada Estrella de David. Los dos triángulos, el Maguen David de los hebreos, daría lugar a la lectura de textos de una nueva publicación: “La Lápida Templaria Descifrada”, de Juan Eslava y Álvaro Rendón.

 

El dueño de la Casa de los Priores, Alejandro Palacios, idealista y enamorado de su ciudad, tras ser presentado por Rafael Cámara, explica algunos pormenores del inmueble, guía al grupo hasta el enorme sótano y aljibe, muestra la antiquísima cocina, las restauradas y preciosas puertas que abundan por toda la casa, las paredes irregulares... desde el pozo hasta el evocador sumidero... el exquisito patio... la gente se pierde, se vuelve casi enajenada visitando el histórico inmueble, por deferencia de su dueño, de arriba abajo.

 

Todos quedan indignados de saber cuántas casas de este tipo se han perdido por la negligencia, y la rudeza, de los que han tenido en sus manos el poder para frenar el letal deterioro de las mismas. La de la calle San Bartolomé, apenas un año atrás, se desplomó como un castillo de naipes con su patio y sus seculares alcobas, sin que nadie hiciera nada y sin que nadie haya hecho nada por la irresponsabilidad de no haber hecho nada. Quien tenga oídos que oiga. Ahora otra casona histórica, similar a la de los Priores, en la calle Soria de San Juan, ya tiene puertas y ventanas tapiadas. Pronto será ruina. Así ha venido siendo Jaén, ruina sobre ruina. Una tras otra han ido hundiéndose. Es por eso que lo hecho por Alejandro Palacios con la Casa de los Priores es emocionante y apasionante.

Y terminó el grupo en la plaza de la Magdalena, donde residió el Lagarto de Jaén, la gran sierpe o dragón, horrenda y enorme bestia que temieron nuestros antepasados a decir de nuestros abuelos.

 

“El Dragón de Jaén”, los monumentos religiosos de la ciudad generando la plasmación, en la Tierra, de la Constelación del Dragón, en los cielos. Lo que es arriba es abajo, principio hermético que descubrimos en nuestra propia disposición espacial como ciudad.

Después la leyenda del Lagarto, las más nuestra, la más identitaria, la que dio nombre a una cerveza, a un festival de rock y a una de las maldiciones más tradicionales. El Lagarto de la Magdalena, la leyenda del Jaén de toda la vida, el mismo que unos pocos ansiamos recuperar para disfrute de todos, de propios y extraños. El mismo que tiene un rico patrimonio monumental y que promete seguir sacando a la luz, con iniciativas como la aquí descrita, un rico pasado tradicional de connotaciones intangibles, que realce con su halo misterioso los singulares valores de una ciudad que puede, aunque en su irremisible humildad aún no lo ha hecho públicamente, vanagloriarse de ser una de las más antiguas de mundo.

Jaén, la del Dragón de la Magdalena, la de los Diablillos Voladores, la de los traviesos Duendes, la capital del Santo Reino, como dijera algún célebre escritor del solar, el único reino sacro en el mundo, junto a Tierra Santa.

Razones habrá para ello...

 
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