PilarAlhambra
  LAS ESFERAS DE NADIE
 

 

 

 

Apagar una estrella

 

 

 

 

ueda mucho por soñar

 

 

 

Final de la primera entrega de «Planeta encantado». Han sido doce grandes temas y casi un centenar de enigmas. Doce aventuras por el remoto pasado, por el presente y, en definitiva, por los senderos de la imaginación, una virtud en peligro de extinción. Quedan otros muchos misterios. Enigmas que -por fortuna- no he logrado descifrar. Y digo bien. A mis años, después de una vida tan intensa, ésa es la conclusión: los misterios no deben ser desvelados. Seria como apagar una estrella. Dejemos que las próximas generaciones los conozcan, los disfruten y los imaginen. Por mi parte me he limitado -creo- a marcar el rumbo. Ahora, usted y sus hijos deben hacer el resto. Deben soñar. Eso es lo que cuenta... Quizá volvamos a encontrarnos. Quién sabe. Servidor ya está en nuevas investigaciones: Tanzania, Australia, Rusia, Kazajstán, Cuba...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Planeta encantado» nació para eso: para mostrar la belleza de un mundo que SÍ merece la pena. Nada de esto habría sido posible sin el esfuerzo y el buen hacer de Iván Benítez, mi hijo, del que me siento muy orgulloso, y la fe y la tenacidad de José Manuel Lara, mi editor. Espero que ambos sigan a mi lado. Como decía, queda mucho por soñar.

 

 

 

< Ascensión por la sierra de Ameca.

 

 

México

Increíbles esferas de piedra
1
Fue en los años setenta (siglo xx, claro está) cuando cayó en mis pecadoras manos la noticia sobre las increíbles esferas de piedra de México. No podía creerlo. Y solicité más detalles a Harry Müller, director de la revista México desconocido. Allí las contemplé por primera vez. El artículo se titulaba «Las misteriosas esferas de Ahualuleo». Después, como tantos otros temas, quedó en los archivos, aparentemente dormido. Hasta que el Destino me salió de nuevo al encuentro...

Y en noviembre de 2001 me preparaba por segunda vez para el duro ascenso a la sierra de Ameca, en las proximidades de Ahualulco de Mercado (base de las operaciones), un apacible y sencillo pueblo minero del estado mexicano de Jalisco. Allí, afable y entregado como siempre, me aguardaba Silvino Sigala, el mejor guía de la zona, desde mi punto de vista. Él conoce hasta el último palmo de tierra. Sabe de la ubicación de cada «bola» (visibles o enterradas) y, sobre todo, es persona en la que cabe confiar.
Seis horas de marcha Y emprendimos la ascensión. En total, seis horas de fatigosa caminata por valles y cañadas, a pie o a caballo, hasta coronar los dos mil cien metros de altitud.

 

  

 

 

< Imagen izquierda. Alhualulco de Mercado, una aldea tranquila y apacible en el centro de México.

 

 

 

> Imagen derecha abajo. Para llegar a las esferas es preciso ascender por encima de los dos mil metros.

 

 


Pero el esfuerzo mereció la pena...
Las noticias, como había sucedido en la primera visita, se quedaron cortas. Según Silvino, el número de esferas en la citada sierra de Ameca se aproxima al millar (sin tener en cuenta las que permanecen enterradas). Las palabras, una vez más, se caen. Prácticamente sobran. Son las imágenes las que gobiernan. ¡Mil esferas de piedra distribuidas en las faldas de los cerros de Agua Blanca y Piedra Bola! ¡Mil esferas de basalto y arenisca finamente pulidas y con diámetros que oscilan entre uno y cinco metros! ¿Qué misterio tenía a la vista?
Esferas (los nativos las llaman «bolas») de hasta veinte toneladas de peso que, hoy por hoy, nadie sabe cómo han llegado hasta dicha sierra de Ameca.
Y durante varias jornadas procedí a observar, a medir, a tomar muestras y, en definitiva, a intentar llegar a algún tipo de conclusión racional. N o fue tan sencillo...
Como digo, quedé nuevamente deslumbrado. Son esferas perfectas o casi perfectas. Muchas de ellas en increíble equilibrio en las crestas de los cerros o en mitad de las empinadas laderas. ¿Cómo llegaron a semejantes lugares? ¿Quién las transportó? ¿Estaba ante una genial obra de la naturaleza? ¿Y qué decir de las semienterradas? ¿Desde cuándo estaban alli? Si eran obra humana, ¿por qué? ¿Cuál era su significado?

A primera vista, el hecho de aparecer enterradas o semienterradas concede a estas esferas una notable antigüedad. Ha sido la erosión la que, poco a poco, ha ido descubriéndolas. Pero, como digo, no disponemos de vestigio alguno que pueda esclarecer su origen. Las leyendas y los restos arqueológicos de la cultura «teuchitlán» -que habitó la región hace cuatro mil años- no aportan datos específicos sobre los hipotéticos constructores o la finalidad de las mismas. Los siguientes asentamientos humanos (entre los que destaca el pueblo «cazcán») tampoco arrojan un mínimo de luz respecto a estas gigantescas esferas. Sólo el nombre náhuatl de la primitiva cultura que habitó estos parajes -«teuchitlán» o «lugar de los dioses»- podría guardar alguna relación con semejantes moles, «más propias de dioses y titanes que de seres humanos».

En la zona, curiosamente, circula una tradición en la que se habla de gigantes de dos y tres metros de altura que, al parecer, habitaron Ameca, y que fueron eliminados después de la llegada de los conquistadores españoles. Según Silvino, entre 1986 y 1990, él mismo condujo hasta la sierra a varios arqueólogos que permanecieron excavando durante varias jornadas (siempre por la noche) y en un punto concreto denominado «Los Llanos». Allí, según el guía, encontraron una tumba muy extraña perteneciente a un individuo de grandes proporciones. El cráneo era tres veces más grande de lo normal y los dientes -dice Silvino- como los de un caballo. Los restos fueron escoltados por la policía hasta Ahualulco. Allí se pierde el rastro.
Por supuesto, nada de esto existe «oficialmente»...

 

 

 

Casi un millar de esferas de piedra como ésta aparecen entre los bosques.

 

 

 

 

"Tierra de gigantes", así reza la tradición. 

 

 

 

 

Instalamos el campamento en lo más alto de la sierra de Ameca. 

 

 

 

 

 

Ni una sola referencia entre los conquistadores españoles. Otro misterio...
Silencio de la historia Visito las tumbas de los supuestos gigantes. Son construcciones muy antiguas. Los relojes han vuelto a fallar. No me lo explico. Quizá estemos muy cerca de una alta concentración de hierro o magnetita.
Pero lo que importa es la historia. ¿Qué dicen las crónicas? Nada. Silencio. Durante la conquista, ninguno de los españoles hace mención de estas asombrosas y desconcertantes bolas. No lo entiendo. En 1524, el poblado de Ahualulco fue conquistado por Cortés de Buenaventura. Las esferas, sin embargo, no aparecen en las crónicas. Y aunque resulte extraño, tampoco Cristóbal de Oñate se refiere a ellas cuando, en 1547, descubre las ricas minas de hierro, oro y plata de la región. ¿Cómo es posible? Para llegar hasta dichas minas tuvo que pasar muy cerca de las esferas...

 

 

 

"Bolas" de dos y tres metros de diámetro. ¿Cómo llegaron a este lugar? Nadie lo sabe con certeza.

 

 


Primeras investigaciones Y durante siglos, las bolas de Ahualulco han permanecido prácticamente ignoradas. Hoy, incluso, los mexicanos desconocen su existencia.
Fue en 1967 cuando alguien se interesó por ellas desde un punto de vista estrictamente científico. Ese pionero en el estudio de las esferas de piedra fue el norteamericano Robert Gordon, director de la mina denominada «Piedra Bola» (llamada así por la esfera que se alza, justamente, frente a la referida mina). Gordon preguntó y descubrió otra serie de esferas, muy similares a la que se levanta junto al yacimiento. Acudió al paraje señalado por los indios y, efectivamente, a cosa de dos kilómetros de la mina, descubrió asombrado otras cinco perfectas y enormes esferas de piedra. Este hallazgo fue el primero de una larga e ininterrumpida cadena de nuevos descubrimientos. El norteamericano envió unas fotografías al arqueólogo Matthew Stirling y en diciembre de ese mismo año de 1967 se iniciaron las excavaciones oficiales. Stirling llegó a desenterrar otras diecisiete grandes esferas. Una de ellas de 3,35 metros de diámetro. El resto, de 1,80 metros. Y al igual que sucedió con Cardan, Stirling quedó deslumbrado.
La mayor parte de las bolas presentaban un pulido minucioso e impecable, con un peso medio aproximado de diez toneladas por unidad.
Aquello no podía ser casual. ¿Cómo era posible semejante belleza en el pulido? Y lo más desconcertante: ¿cómo se las ingeniaron para trasladar la esfera de 3,35 metros, y casi veinte toneladas, hasta la cumbre de la sierra?
 

 

 

 

 

Salvador Acosta, más de cuarenta años subiendo a las "bolas".
Ahualulco - Ameca: algunos datos clave

● La región de las esferas se encuentra a nueve kilómetros al suroeste de la ciudad de Ahualulco de Mercado y a diez kilómetros al noroeste de Ameca. Coordenadas: 20 grados, 37 minutos (latitud Norte) y 104 grados, 00 minutos (longitud Oeste).
● Según los guías, existen varios cientos de «bolas» (alrededor de novecientas), distribuidas en la sierra y en altitudes que oscilan entre los mil cuatrocientos y los dos mil cien metros.
●Ahualulco (veintiún mil habitantes) se encuentra a una hora escasa de la ciudad de Guadalajara. En las estribaciones de la sierra se alza Teuchiteco, una aldea desde la que se pueden alquilar las caballerías. La ascensión hasta las primeras esferas exige un mínimo de tres a cinco horas.
● La zona reúne numerosas minas, hoy abandonadas, que prosperaron en la época de la conquista española. Tiro Patria, Las Jiménez y Piedra Bola son las más famosas. Esta última, destinada a la extracción de oro y plata, dejó de funcionar en 1920.
● Ahualulco procede del náhuatl, y significa «lugar coronado de agua». Las precipitaciones anuales son de 880 milímetros. Terrenos muy erosionados, con pronunciados valles y quebradas. Paisajes integrados por encinares y selva baja. Fuertes desniveles: entre un cuarenta y un sesenta por ciento.
● La fauna de la sierra presenta 19 especies de mamíferos mayores, 107 especies de aves, 13 de reptiles, dos de anfibios y dos de peces. Entre los más llamativos destacan el puma, el tigrillo, el tejón, el coyote, el lince y la serpiente de cascabel (altamente venenosa).
● Partiendo de Ahualulco o Teuchiteco (siempre hacia el oeste) se alcanzan los parajes de Piedra Bola y Agua Blanca. En las laderas se contabilizan más de doscientas esferas (la inspección requiere un mínimo de siete horas). Peso aproximado: entre dos y quince toneladas por unidad. Material identificado: granito, andesitas, basalto y aglomerados.
● Muy cerca de Agua Blanca encontramos lo que los lugareños llaman las «iglesias»: una barranca muy erosionada, con afiladas agujas, en cuyos extremos aparecen sendas «bolas», en un milagroso equilibrio. De ahí procede el término Torrecillas, que identifica el paraje.
● En la ciudad de Ahualulco se exhiben algunas de estas esferas de piedra, transportadas desde la sierra. Una de ellas, en el centro del parque, de un metro de diámetro, fue pulida por los artesanos locales.
● La temporada de lluvias se presenta hacia junio o julio (tres meses después del miércoles de ceniza, según los lugareños). Arranca con la aparición en el horizonte de dos nubes de algodón («Los Juanes»). Entre julio y setiembre se producen períodos de calma («calmas de agosto»).

 

 

 

Sierra de Ameca: encinares y selva baja. Un lugar prácticamente deshabitado. 

 

 

 

 

Al pie de Ameca, tierras fértiles. 

 

 

 

 

Guadalajara. 

 

 

 

 

Los campesinos conocen las "bolas" desde siempre, pero nadie les prestó excesiva atención. 

 

 

 

 

Hoy, las esferas se presentan como una alternativa turística a la tradicional agricultura. 

 

 

 

 

Con las lluvias, la región se convierte en una gran laguna. 

 

 

 

 

Iván sobrevuela la sierra de Ameca. Decenas de esferas aparecen por doquier. 

 

 

 

 

Las "iglesias" según los nativos. 

 

 

 

 

Esfera sobre pedestal en el centro de Ahualulco. 

 

 

 

 

¿Un capricho de la naturaleza?

 

 

 

 

 

 

 

  < Piedra llamada la "madre", una de las más grandes.

 

 

 

 

 

Explicaciones oficiaIes

 

 

 

 

 

...que nada explican

 

 

 

 

 

 

 

2

 

 

 

 

 

 

 

Tras estos hallazgos, el misterio de las esferas de la sierra de Ameca se enredó mucho más. El lugar, como ya he dicho, jamás fue habitado. Al menos, eso es lo que afirman los arqueólogos. De los supuestos «gigantes» insisto, no se tiene constancia «oficial». En otras palabras: «nunca existieron». Junto a las bolas no han sido hallados restos de cerámica ni tampoco utensilios, armas, huesos, etc., que pudieran indicar la existencia de asentamientos humanos.

 

 

 

 

 

 

 

   Y los científicos empezaron a sospechar que se hallaban ante un capricho de la naturaleza. Por otra parte, ¿cómo explicar la depurada técnica que habría requerido la elaboración de tales bolas? La técnica y el transporte, claro está. ¿Cómo explicar que esferas de hasta veinte toneladas de peso hayan aparecido en las cumbres de los cerros o en laderas de entre un cuarenta y un sesenta por ciento de desnivel?

 

 

 

 

 

 

 

Los argumentos eran razonables. Pero ¿estaban en lo cierto?

 

 

 

 

 

Hoy, nadie cree la versión de Robert Smith.

 

 

 

 

 

Burbujas gaseosas Tres meses después de los descubrimientos de Stirling, otra expedición científica se acercó a la sierra de Ameca. Era el mes de marzo de 1968. La integraban miembros del Instituto Smith­soniano, la National Geographic y la Inspección Geológica Norteamericana. Y al frente, como director, el geólogo Robert Smith, también estadounidense.

 

 

 

 

 

 

 

Las teorías científicas no terminan de convencer. Nadie se explica, satisfactoriamente, la increíble esfericidad de las "bolas" mexicanas.

 

 

 

 

 

Tras examinar las bolas, la conclusión de Smith dejó perplejos a propios y extraños. Las esferas mexicanas -dijo- eran una formación natural: el resultado de la cristalización de burbujas gaseosas. Un fenómeno originado por un cristal volcánico llamado obsidiana, formado hace cuarenta millones de años en el seno de cenizas volcánicas que sepultaron la mayor parte de la sierra de Ameca. Cenizas aparecidas en el lugar como consecuencia de una gigantesca avalancha volcánica. La sierra -afirmó Smith- fue materialmente enterrada en ceniza y allí, en el fondo de los depósitos, surgieron las esferas. A temperaturas que oscilaron entre 540 y 760 grados Celsius, dichas cenizas se fundieron, cristalizando por enfriamiento y progresando en sucesivos frentes esféricos. Después, la erosión eliminó el colchón de cenizas y las esferas quedaron libres.

 

 

 

 

 

 

 

Y digo que el veredicto del geólogo norteamericano dejó perplejos a propios y extraños porque, sencillamente, no resolvía la totalidad del misterio.

 

 

 

 

 

Por más que buscamos no encontramos una sola esfera de obsidiana.

 

 

 

 

 

   Para empezar, de las casi mil esferas que pueden contemplarse en Ameca (se desconoce el número de bolas enterradas), prácticamente la totalidad está formada por arenisca, un material que nada tiene que ver con las referidas «burbujas gaseosas» (otro porcentaje está integrado por basalto). En cuanto a la obsidiana, ni rastro. Yo, al menos, no conseguí localizar una sola esfera que estuviera formada por dicho material. Las muestras analizadas en España dieron el mismo resultado: arenisca y basalto.

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué ocurrió entonces? ¿Se formaron en sucesivos frentes esféricos? Para la mayoría de los expertos en petrología, esta posibilidad es altamente dudosa. Por otra parte, ¿cómo resolver el hecho de que muchas de las bolas presenten los mismos diámetros? ¿Casualidad? Ningún científico serio admite hoy una casualidad de esa naturaleza...

 

 

 

 

 

La mayor parte de las esferas son arenisca y basalto.

 

 

 

 

 

Bombas volcánicas A esta versión de Smith -supuestamente científica- se sumó después otra explicación, aportada por vulcanólogos. Para éstos, las esferas de Ahualulco tienen un origen muy distinto del de las «burbujas gaseosas». No serían otra cosa -dicen- que tobas o piedras volcánicas, expulsadas entre gases, fuego, columnas de lava y otros materiales piroclásticos. Así lo defiende, entre otros, Esperanza Yarza, de la Universidad Autónoma de México. Estas bombas volcánicas -aseguran- adoptaron la forma esférica en ese violento proceso de expulsión, redondeándose en el aire. Y al precipitarse sobre cenizas o materiales suaves y calientes conservaron dicha impecable esfericidad (!).

 

 

 

 

 

 

 

   Basta con echar un vistazo a las bombas volcánicas que se conservan en cualquiera de los museos del mundo para darse cuenta de un «detalle» que echa por tierra esta segunda explicación: las bombas volcánicas en cuestión no son esféricas. Para ser exactos: son todo menos esféricas... Y es natural. Pretender que los materiales expulsados de los volcanes se vuelven esféricos al contacto con el aire es una afirmación tan arriesgada como poco científica. Las tabas volcánicas, además, son rocas ligeras, de consistencia porosa, y formadas por la acumulación de cenizas y otros elementos volcánicos más pequeños.

 

 

 

    

 

 

< Algunas esferas son de veinte y treinta centímetros de diámetro

 

> La mayor parte de las esferas de Ameca superan los dos mil kilos de peso.

 

 

 

 

 

Incluso aceptando la remota posibilidad de que las bombas volcánicas se vuelven esféricas al contacto con el aire, ¿en qué cabeza cabe que puedan conservar la esfericidad al impactar con un manto de ceniza o de lava?

 

 

 

 

 

   < Las "bombas volcánicas" no conservan la perfecta esfericidad al estrellarse contra el suelo.

 

 

 

 

 

   ¿Rocas ligeras? La mayor parte de las esferas de Ameca superan los dos mil y los cinco mil kilos de peso...

 

 

 

 

 

 

 

No, la posible explicación habría que buscarla en otra dirección. Los argumentos de geólogos y vulcanólogos no son consistentes. Algo falla.

 

 

 

 

 

 

 

   Pero hay más. Si repasamos el mapa de la nación mexicana, observaremos que se trata de un país eminentemente volcánico. En estos momentos -según el Catálogo mundial de volcanes activos-, México reúne un total de catorce, con la calificación de «peligrosos». Pues bien, si las esferas de Ahualulco fueran el resultado de los fenómenos eruptivos ya citados, ¿por qué aparecen únicamente en estos parajes del estado de Jalisco? Sólo en el «Eje Volcánico Mexicano», con una longitud aproximada de mil kilómetros, se contabilizan miles de volcanes apagados. Lo lógico, como digo, es que este tipo de bolas se hallara repartido por numerosos puntos de dicho eje. Sin embargo, no es así. ¿Por qué?

 

 

 

 

 

 

 

Algunos vulcanólogos pretenden justificar la existencia de las esferas por las erupciones acaecidas en la Edad Media, y señalan tres volcanes como responsables directos: el Ceboruco, en el estado de Nayarit; el volcán de Fuego, y su vecino, el Nevado, ambos en las proximidades de la ciudad de Colima. El Ceboruco, en efecto, entró en erupción en 1542 y 1567. En cuanto a los de Colima, del Nevado se sabe que entró en actividad en 1560. Pero los ardientes flujos no fueron más allá de los diez kilómetros. Si tenemos en cuenta que Ahualulco y la sierra de Ameca se encuentran a cien kilómetros del Ceboruco y a ciento cuarenta de Colima, la pretensión de los vulcanólogos no se sostiene, una vez más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La erosión Los científicos, además, olvidan otro pequeño-gran detalle que invalida la hipótesis de la Edad Media. Muchas de las esferas de Ahualulco se encuentran enterradas o semienterradas. Algunas, como he dicho, alcanzan más de tres metros de diámetro. Pues bien, si estas moles han sido descubiertas a causa de la erosión, la conclusión respecto a su antigüedad es tan simple como extraordinaria: las más grandes han necesitado cientos -quizá miles­ de años para aparecer. En definitiva, cuesta trabajo creer que semejantes bolas sean un capricho de la naturaleza. Como escribía la periodista Virginia Sendel, «son  demasiado perfectas, demasiado bellas». Sé que los seísmos y los bruscos cambios meteorológicos pueden dejar las esferas al descubierto en cuestión de horas o días. Pero sé igualmente que dichos fenómenos naturales no afectan siempre a la totalidad del terreno. En este caso, a la totalidad de las bolas de piedra. En otras palabras: hay que admitir que algunas de las esferas de Ameca han ido surgiendo merced a una erosión lenta, continuada e imperceptible a los ojos humanos. Un desgaste del terreno circundante que ha necesitado de mucho tiempo. Sólo así queda libre la gran mole de basalto o arenisca. 

 

 

 

Muchas de las "bolas" de México se presentan enterradas. ¿Cuánto tiempo ha sido necesario para desenterrarlas?

 

 

 

 

 

 

­ Esferas menores

 

 

 

 

 

● También en los estados mexicanos de Veracruz, Michoacán, Chihuahua, Chiapas y Quintana Roo han sido halladas esferas de piedra aunque de menores dimensiones que las de Ahualulco, en Jalisco. En las estaciones arqueológicas de Izapa y Kojumrich (Chiapas y Quintana Roo, respectivamente) pueden contemplarse bolas de cincuenta centímetros de diámetro. Tres se hallan sobre sendas columnas artificiales. Los arqueólogos las asocian con información astronómica.

 

 

 

 

 

 

 

 ●En las montañas de Guatemala (región de Zaculeu) fueron detetadas esferas de piedra de diferentes tamaños (la más grande de 37 centímetros de diámetro). Peso máximo: 62 kilos. Origen maya.

 

 

 

 

 

 

 

● Nueva Zelanda. En las playas -especialmente en la de Moeraki, al sur- aparecen igualmente grandes esferas de posible origen volcánico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«La madre»  Mi segunda visita a las esferas de Ahualulco se vio compensada por otra grata sorpresa. Fue un «regalo» de Silvino, el guía. Antes de ponernos en camino me pidió que guardara en secreto el nombre del lugar. Al menos, en la medida de lo posible. Comprendí sus razones. Lamentablemente, algunos de los visitantes a la sierra de Ameca no respetan las esferas. En la zona de Torrecillas, por ejemplo, alguien había escalado una de las agujas y había malogrado la esfera que la remata con una pintada religiosa. No fue la única.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acepté, claro está. Y Silvino nos trasladó a cosa de treinta kilómetros del Cerro Bolas. Allí, en una finca particular, lejos, como digo, de la gran concentración de bolas de piedra de la sierra de Ameca, fuimos a encontrar una esfera que llaman la «madre»: en mi opinión, la más voluminosa de cuantas han sido descubiertas hasta hoy.

 

 

 

 

 

 

 

Quedé asombrado. Y procedí a un minucioso examen. Las medidas confirmaron la sospecha: casi cinco metros de diámetro y alrededor de cuarenta toneladas de peso (!). Se encuentra semienterrada en una zona pantanosa. Creo que las imágenes son elocuentes... 

 

 

 

 

 

Preparativos para visitar la "madre", al pie de la sierra de Ameca.

 

 

 

 

 

   El pulido es igualmente extraordinario. Lo repasé una y otra vez y, como digo, no supe qué pensar. Aquello parecía obra humana. Sin embargo, al examinar la superficie, fui a percatarme de algo que me hizo dudar. Procedí a limpiado minuciosamente y, en efecto, comprobé que se trataba de una huella. El rastro de un animal en la parte superior de la esfera. ¿Cómo era posible? La huella de un mamífero (quizá un coyote, lobo o lince) impresa en la roca... Esto sólo podía significar que el animal había posado su pata cuando el material de la «madre» se hallaba blando. Después, el paso del tiempo petrificó dicho material, conservando la huella. Una huella de 9 x 6 centímetros. Y mis pensamientos respecto al posible origen de las esferas de Ahualulco empezaron a cambiar. Probablemente tienen un origen natural, aunque no el señalado por geólogos y vulcanólogos...

 

 

 

 

 

Lamentablemente, algunas de las esferas han sido malogradas con pintadas. "Cristo es la piedra..." reza una de ellas.

 

 

 

Las autoridades mexicanas se esfuerzan hoy por proteger el bello e insólito parque natural de las esferas, en Ameca. Los visitantes, sin embargo, dejan sus huellas.

 

 

 

La "madre", en una región pantanosa. A la izquierda, arriba, Silvino Sigala, el guía.

 

En la imagen inferior, el equipo de "Planeta encantado", en plena filmación.

 

 

 

 

Huella petrificada sobre la "madre".

 
 
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