PilarAlhambra
  EL MENSAJE ENTERRADO, LA VIDA DE JESÚS DE NAZARET
 





Al doctor y maestro Manu Larrazábal, que me salvó la vida

 

 

 

La gran manipulación

 

La criatura más censurada de la historia

 

 

 

 

 

<  La verdad siempre está más allá de los sentidos.

 

 

 

«Planeta encantado», sí...

 

 

 

Un planeta bello, mágico y fascinante por mil razones. Sobre todo por una: por la presencia en este remoto mundo de Jesús de Nazaret. Para mí, uno de los grandes Hijos de Dios. Todo un Creador. Un Hombre-Dios y, además, mi «socio» y amigo. En suma: el «planeta encantado» por excelencia. Pero ese Hombre-Dios, lamentablemente, también ha sido manipulado. He aquí otra de las características de este «planeta encantado». Somos capaces de dar la vida por los demás y de quitársela a un Dios...

 

 

 

 

Después de treinta años de investigación y estudio, después de haber visitado Israel, Egipto y Jordania en más de quince oportunidades, no puedo sacar otra conclusión: Jesús de Nazaret es el personaje histórico más manipulado y peor comprendido. Manipulado, curiosamente, por aquellos que se dicen seguidores y discípulos. La criatura más censurada de la historia.

 

 

 

Sólo para los que dudan Éste es mi propósito. Sacar a la luz algunas de estas manipulaciones. Denunciar las tergiversaciones que flotan sobre la memoria del Galileo. Y digo bien: tergiversaciones. Es decir, «interpretaciones erróneas». Todo un cúmulo de lamentables errores que ha maquillado y deformado su mensaje, su figura e, incluso, a cuantos lo acompañaron.

 

 

 

 

 

Iglesia ortodoxa en monte Nebo (Jordania).

 

 

Cabe la posibilidad de que las historias que me dispongo a narrar no sean de su agrado, incluso que lo escandalicen. Nada más lejos de mi intención. Estas páginas están escritas para los que todavía practican el saludable ejercicio de la duda. Si su mente y sus principios religiosos se hallan definitivamente cristalizados, por favor, no siga leyendo. Olvide el «mensaje enterrado». Por el contrario, si usted trata de pensar por sí mismo, entonces, adelante...

 

 

 

 

 

Lago Tiberíades, en Galilea (Israel). Si usted duda, siga leyendo...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Primer gran error

 

Un nacimiento equivocado

 

1

 

 

 

 

 

<  Nazaret, hoy. Nadie sabe con certeza dónde sucedieron los hechos.

 

 

 

   La primera tergiversación en la historia del Hijo del Hombre aparece, justamente, con su nacimiento. Para ser exactos, las dos primeras grandes malinterpretaciones. Vayamos por partes.

 

Augusto, emperador romano, obliga a empadronarse a todos sus súbditos. De esta forma, el pago de impuestos era inevitable. Y José y María, padres terrenales de Jesús, acatan el edicto y viajan desde Nazaret a la pequeña aldea de Belén, muy próxima a Jerusalén. Era el año «menos siete» de nuestra era. He aquí, como digo, el primer «problema».

 

 

Durante siglos, la cristiandad ha considerado -y todavía considera- que el nacimiento de Jesús tuvo lugar en el año «cero». Grave error...

 

 

 

 

 

Jesús de Nazaret nace en Belén, sí, pero mucho antes de lo que pretende la tradición. Todo se debió a un lapsus cometido por un monje del siglo VI, Dionisio el Exiguo. Siglos más tarde, en 1582, cuando el papa Gregorio XIII emprende la reforma del llamado calendario juliano, sus «expertos» caen en la trampa. Se fían del citado monje y establecen el nacimiento de Jesús en el referido año «cero». Ése -dicen- sería el comienzo del calendario oficial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jesús nació en Belén, pero antes de lo establecido por la tradición.

 

 

 

 

Cuatrocientos años después -en el siglo XX-, historiadores, exégetas y astrónomos se dan cuenta del error: el Maestro no pudo nacer en el año «cero».

 

 

 

Herodes La clave fue el rey Herodes el Grande, que gobernó Palestina hasta el año «menos cuatro» de nuestra era. No hay posibilidad de duda: Herodes muere el 13 de marzo del citado año «menos cuatro». En otras palabras, la fecha del nacimiento de Jesús y, por tanto, el calendario mundialmente aceptado estaban total y lamentablemente equivocados. Como es bien sabido, el año «cero» no existe. Pero, además, es igualmente conocido que Jesús padeció la ira y persecución del citado Herodes. Según consta, el sanguinario rey ordenó la matanza de los niños varones, menores de dos años de edad, en Belén y alrededores. Esta trágica circunstancia sitúa el nacimiento del Hijo del Hombre entre los años «menos seis» y «menos siete» de nuestra era. Basándome en las informaciones que obran en mi poder, y que me han permitido escribir los «Caballos de Troya», Jesús pudo venir al mundo en el verano del año «menos siete». En otras palabras: si los cálculos de Dionisio el Exiguo hubieran sido rigurosos, hoy deberíamos sumar seis años a los que señala el calendario... Pero el error, obviamente, no tiene solución.

 

 

 

 

 

Palestina en tiempos del rey Herodes el Grande.

 

Segunda manipulación Como tampoco es fácil resolver el segundo gran «problema»: Jesús de Nazaret no nació en diciembre. En esta oportunidad, el «invento» (término exacto) procede del siglo IV o, quizá, del V.

 

 

Cuando se investigan las condiciones meteorológicas de Belén salta a la vista que, entre noviembre y marzo, resultan tan crudas que ningún pastor se arriesga a conducir sus rebaños por las colinas próximas. Las temperaturas pueden descender hasta cinco y diez grados bajo cero. El fuerte viento, las lluvias y la nieve son meteoros habituales.

 

 

 

Pero hay más...

 

 

 

 

 

Ningún pastor, en Belén, se arriesga a sacar su rebaño al campo en diciembre.

 

 

 

 

José y María viajaron de Nazaret a Belén en época seca.

 

 

En aquel tiempo -año «menos siete» de nuestra era-, cuando José y María viajaron de Nazaret a Belén, este tipo de desplazamientos -a pie o con animales- se desarrollaba siempre en época seca. Jamás en temporada de lluvias. Existe, incluso, una maldición bíblica al respecto.

 

 

 

Los padres terrenales de Jesús, por tanto, sólo pudieron llegar a Belén entre los meses de mayo y octubre.

 

 

 

 

 

 

Jesús de Nazaret

 

Algunas fechas clave:

 

• Año 747 (ab Urbe Condita, UC): nacimiento de Jesús (corresponde al año «menos siete» de la cronología cristiana. El monje Dionisio el Exiguo se equivoca al asignar el año 754 de Roma al nacimiento del Maestro).

 

 

 

• Año 750: muerte de Herodes el Grande (corresponde al «menos cuatro» de la era cristina. La matanza de los inocentes fue llevada a cabo entre los varones menores de dos años de edad. Eso fijaría el nacimiento del Hijo del Hombre entre los años 747 y 748 de la fundación de Roma).

 

Año «cero»: no existe.

 

Año 754: año 1 de la Era Cristiana (corresponde al 777 de las olimpiadas griegas, según Varrón. Jesús de Nazaret cumplió siete años).

 

 

 

• Año 767 (cronología romana): muerte del emperador Augusto (corresponde al año 14 de nuestra era). Le sucede Tiberio.

 

 

 

• Año 1582 (era cristiana): el papa Gregorio XIII reforma el calendario juliano (de Julio César) asumiendo el error del monje del siglo VI. El citado papa suprime diez días (del 4 al 15 de octubre). Una reforma que no fue aceptada por la iglesia ortodoxa griega hasta 1923.

 

 

 

Historia de una usurpación ¿Qué fue entonces lo que sucedió? ¿Por qué el mundo cristiano celebra la Navidad el 25 de diciembre?

 

 

 

Muchos siglos antes del nacimiento del Hijo del Hombre, los pueblos paganos (especialmente los mesopotámicos, egipcios y, finalmente, el imperio romano) tenían la costumbre de festejar la «victoria del sol». Es decir, el progresivo alargamiento de los días. Con los romanos, estas celebraciones -llamadas Angeronalia o Diualia- alcanzaron gran esplendor. Según Varrón, el pueblo ofrecía sacrificios a la diosa Acculeia, y cerraban el ciclo de los días «más cortos» con una suculenta cena, en la que brindaban por el nuevo año. Amigos y familiares intercambiaban regalos y a eso de la medianoche acudían a los oficios litúrgicos, dando gracias a los dioses por la referida victoria de la luz. Diualia daba comienzo el 21 de diciembre. A partir de esa fecha, en efecto, el sol «vence» y las jornadas diurnas se alargan poco a poco. Pues bien, aunque no existen datos precisos y concretos al respecto, los historiadores señalan a Constantino como el emperador que admitió el cambio, sustituyendo la fiesta pagana de Diualia o el «sol invicto» por la del nacimiento de Jes: el verdadero «vencedor de las tinieblas». A pesar de la dura oposición de la iglesia oriental, que se negó a admitir la arbitraria fecha (sólo celebran la festividad de los Reyes Magos), la manipulación fue aceptada.

 

 

 

 

Diualia o la fiesta del «sol invicto». Así nació la Navidad.

 

 

 

Hoy, muy pocos saben que este cambio obedeció en realidad a una maniobra política destinada a eclipsar una brillante celebración pagana. Otra aberración del régimen de Constantino, el primer gobernante que aceptó el cristianismo como religión oficial del Estado.

 

 

 

¿Cuándo nació Jesús? Y usted se preguntará, con razón, cuándo deberíamos celebrar la Navidad. ¿En qué fecha nació Jesús? No es el momento de extenderse sobre el particular. Si usted consulta los «Caballos de Troya» sabrá que el Maestro vino a este «planeta encantado» a las doce del mediodía de un 21 de agosto del citado año «menos siete» de nuestra era. Ésta, en suma, si mi información es correcta, debería ser la fecha de la Navidad. Y en ese día -21 de agosto-, quien esto escribe celebra el aniversario del Hijo del Hombre, aunque, probablemente, debo de ser el único...

 

 

 

El «ovni» de Belén Tampoco la célebre estrella de Belén se ha visto libre de errores y tergiversaciones...

 

 

 

Fue en 1983 cuando publiqué un extenso libro sobre este interesante fenómeno (El ovni de Belén). Desde entonces estoy convencido: la «luz» descrita por Mateo no fue otra cosa que un «objeto volador no identificado». Pero vayamos por partes. Analicemos el asunto, aunque sólo sea superficialmente. Primero fueron los teólogos. Para éstos, el relato evangélico de la estrella y de los Magos debe ser tomado como un género midráhsico o una construcción haggádica. Es decir, como una bella leyenda oriental, con detalles pintorescos, que viene a reforzar una enseñanza teológica. Sirva como ejemplo la idea de MacKenzie: en su Comentario a san Mateo insinúa abiertamente que dicho texto debe ser tomado como un «simbolismo de la regia mesianidad». Y me pregunto: si un fenómeno choca con la razón o con la lógica, ¿significa que ha sido inventado? ¿o será que nuestra «miopía» no permite ver «más allá»? Por esta misma regla de tres, los teólogos tendrían que rechazar igualmente la multiplicación de los panes y los peces o la resurrección del Galileo...

 

 

 

 

Las palabras de Orígenes, al hablar de la estrella de Belén, fueron manipuladas.

 

 

 

De los teólogos a los astrónomos Acto seguido, a la «miopía» de teólogos y exégetas vino a sumarse la de los astrónomos. Y aún permanece... Durante un tiempo -basándose en las ideas de Orígenes-, la famosa «estrella» que condujo a los Magos fue explicada con la hipótesis de un cometa. En realidad, la versión de Orígenes fue igualmente manipulada. Las palabras del sabio de Alejandría, nacido en el año 185 después de Cristo, fueron éstas: «...Soy de la opinión de que la estrella que se apareció a los Magos en las tierras de Oriente fue una estrella distinta, que no tenia nada que ver con las que se nos muestran en la bóveda celeste. Seguramente pertenecía a esa clase de astros que, de tiempo en tiempo, acostumbraban a aparecer en el cielo, y que los griegos -que suelen diferenciarlos dándoles nombres que hacen referencia a su configuración- denominan con el nombre de viguetas ígneas, luces con colas, toneles y muchos otros.» Como resulta fácil de comprobar, Orígenes hace mención, sí, de «luces con colas» (¿cometas?), pero también menciona otros fenómenos luminosos: «viguetas ígneas» y «toneles», algo bien conocido hoy en ufologia y que no guarda relación alguna con los cometas...

 

 

 

Años después, en 1603, Kepler aportaba otra teoría astronómica. Una hipótesis que sigue en vigor en la actualidad. El 17 de diciembre de ese año, el famoso astrónomo se hallaba junto al río Moldava, en Praga. Esa noche, Júpiter y Saturno se encontraban muy próximos entre sí. Kepler estudió la conjunción de ambos planetas y, basándose en el relato del rabino Abrabanel, dedujo que aquélla era la señal que guió a los Magos hasta Belén.

 

 

 

Kepler tenía razón, a medias...

 

 

 

Los actuales cálculos astronómicos han demostrado que en el o «menos siete», en efecto, se regist una triple conjunción o aproximación de Júpiter y Saturno. La primera, el 29 de mayo. Y fue visible durante dos horas. La segunda, el 3 de octubre, y también en la constelación de los Peces. La última, el 4 de diciembre. Y Kepler acer igualmente al enjuiciar el relato del judío Abrabanel. «El Mesías tendría que llegar durante una conjuncn de Saturno y Júpiter, en la constelación de los Peces.» Pero Kepler, como digo, acertó a medias.

 

 

 

 

 

Jesús nac en el año «menos siete» de nuestra era, pero en época seca, es decir, en verano. De las tres conjunciones registradas por la astronomía, lo la primera -la del 29 de mayo- encajaa en la hipótesis de Kepler y de los astrónomos modernos. Pero esa intensa aproximación de Júpiter y Saturno sólo du dos horas. Y me pregunto: si el viaje de los Magos (habría que hablar de sacerdotes y astrólogos) desde Ur de Caldea hasta Jerusalén y, posteriormente, hasta Belén podía tener una duración aproximada de tres meses, ¿cómo llegaron los caldeos hasta el lugar donde se hallaba el Niño? Y otro «detalle» más que significativo: si los viajes, en aquel tiempo, se llevaban a cabo habitualmente de día, ¿cómo fueron «guiados» por una conjunción planetaria?

 

 

 

 

 

En suma: las explicaciones defendidas por los teólogos y los astrónomos no resisten un análisis científico. En el supuesto de un cometa, al ingresar en la atmósfera, el núcleo de hielo se habría desintegrado y habría formado una lluvia meteórica.

 

 

 

   En el caso de una conjunción, como hemos visto, la duración es mínima. ¿De q podemos hablar? ¿Qui de un meteorito? Los expertos saben que esta probabilidad es inviable: ninguna roca espacial desarrolla un vuelo horizontal en su ingreso en la atmósfera de la Tierra. Obviamente, al entrar en contacto con las capas superiores de la referida atmósfera, la piedra se incendia y se consume en cuestión de segundos. Son las estrellas fugaces, tan abundantes en las noches estivales. Naturalmente, si se tratase de un asteroide (una roca sideral de mayor tamaño), las consecuencias de su choque con el planeta habrían sido dramáticas; tan catastróficas como las provocadas por otros cuerpos celestes que han impactado con la Tierra en la antigüedad. Éste fue el caso del asteroide que colaboró en la extinción de los dinosaurios.

 

 

 

 

Posible ruta de los Magos desde Ur de Caldea hasta Jerusalén y Belén.

 

 

 

Según Luis y Walter Álvarez, hace aproximadamente sesenta y cinco millones de años, una roca tan grande como el monte Everest (entre once y trece kilómetros) fue a chocar en las cercanías de Chicxulub (península mexicana del Yucatán). El impacto fue tal que abrió un cráter de doscientos kilómetros de diámetro por otros 35 de profundidad, y fulminó la vida en miles de kilómetros a la redonda. La fuerza de la detonación -según los científicos- pudo equivaler a diez mil veces todo el armamento nuclear existente hoy en el planeta. Como consecuencia de dicho impacto, nuestro mundo se vio cubierto por una gruesa capa de ceniza que ocultó el sol. Y un crudo y repentino «invierno» se precipitó sobre la Tierra. Un «invierno» que pudo durar décadas y que terminó con plantas y animales.

 

 

 

Por simple eliminación, si la estrella de Belén existió realmente -y estoy convencido de ello-, sólo pudo tratarse de un «objeto brillante», capaz de guiar a una caravana a lo largo de mil trescientos kilómetros y, en consecuencia, tripulado inteligentemente. Como decía el Maestro, «quien tenga oídos, que oiga...».

 

 

 

 

 

¿Qué guió a los Magos durante casi tres meses a la luz del día? Si la estrella existió, sólo pudo ser un ovni...

 

 

 

Estrella de Belén

 

 

 

Hipótesis imposible

 

Conjunción planetaria. Fue puesta de moda por el astrónomo J. Kepler en el siglo XVII. Posteriormente sería revitalizada por el erudito alemán P. Schnabel (1925), que descifró un texto cuneiforme procedente de la escuela astrológica de Sippar, en Babilonia. La traducción de Schnabel hablaba de una triple conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de los Peces, en el año «menos siete» de nuestra era. Ninguna conjunción puede «guiar» a una caravana.

 

Cometa. Al alcanzar los altos niveles de la atmósfera, cualquier cometa se desintegraría. El viaje de los Magos o astrólogos caldeos desde Ur a Belén pudo prolongarse durante casi tres meses. Ninguna «lluvia meteórica» los hubiera guiado. De haber permanecido fuera de la atmósfera, la teoría del cometa habría sido igualmente insostenible.

 

• Asteroide. Otra versión imposible. El ingreso de estas rocas espaciales en la atmósfera terrestre se registra a tal velocidad que su visión rara vez supera un minuto. Nada que ver con un viaje tan largo.

 

 

 

 

Herodes: ficha policial Y en este cúmulo de manipulaciones y despropósitos nos encontramos con otro capítulo muy poco apreciado por la teología moderna: la llamada «matanza de los inocentes». Un suceso que los teólogos han relegado a la simple categoría de leyenda, tan propia -dicen- de los pueblos orientales. ¿Leyenda? ¿En qué se fundamentan? La «explicación» es desconcertante: «demasiados niños asesinados...».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Según mis noticias, fueron dieciséis los niños varones asesinados en Belén por orden de Herodes.

 

 

 

Y uno se pregunta: ¿es que el rey Herodes el Grande, responsable de la matanza, no era capaz de una crueldad semejante?

 

 

 

Si echamos un vistazo al «historial delictivo» del odiado edomita, como lo llamaban los judíos, comprobaremos que el viejo Herodes era capaz de eso y de mucho más...

 

Algunos ejemplos:

 

 

 

En el año 39 antes de Cristo asedia Jerusalén y asesina a miles de hebreos.

 

• Encadena a Antígono, el legítimo rey, y lo envía a Antioquía. Allí sería decapitado por Marco Antonio.

 

 

• A partir del 37 antes de Cristo, el gobierno del edomita se convierte en una pesadilla: ajusticia a 45 partidarios de Antígono y a decenas de ancianos del Consejo Supremo.                    

 

 

• Asesina a su cuñado Aristóbulo III, de diecisiete años de edad.

 

 

 

• Asesina a su madre, a dos de sus hijos y a Mariamme, su esposa.

 

 

 

• Su crueldad es tal que, en el testamento, llega a incluir una cláusula secreta en la que ordena que, una vez fallecido, sean reunidos en el hipódromo varios miles de dignatarios y pasados a cuchillo. «De esta forma -explicaba el propio Herodes-, el llanto y duelo por mi muerte será mucho más notable.»

 

 

 

 

 

¿Quién puede dudar de la sangrienta condición de Herodes?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No fue un ángel quien avisó a José sobre las intenciones del rey Herodes.

 

 

En mi opinión, la matanza de los bebés de Belén y su comarca fue real. Triste y lamentable, pero real. Y no son cientos, o miles, como se ha llegado a decir, los niños varones menores de dos años de edad, que fueron pasados a cuchillo por orden expresa del rey. Según lo reflejado en Caballo de Troya, Herodes acabó con la vida de dieciséis infantes. La mayor parte de los bebés fue sacada de la aldea, merced a la confidencia de uno de los cortesanos. Una oportunísima confidencia que permitió, sobre todo, la huida de José y María hacia tierras de Egipto.

 

 

 

Mateo, en efecto, manipuló el texto evangélico, haciéndonos creer que fue un ángel el que sacó al pequeño Jesús de Belén. Desde mi punto de vista, una absurda manipulación destinada a magnificar los hechos...

 

 

 

 

 

Pero no fue la última.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los egipcios trataron de retener a la familia de Jesús. De haber prosperado, hoy, Jesús sería llamado Jesús de Alejandría.

 

 

 

 

 

Dos años en Alejandría Los evangelistas apenas hacen mención de la estancia de José y María en la ciudad egipcia de Alejandría. Allí, según mis noticias, vivieron durante dos largos años. Y poco faltó para que la familia se quedara definitivamente en el delta del Nilo. Según parece, los familiares de José -residentes desde antiguo en Egipto- fueron informados por María del no menos célebre e igualmente manipulado mensaje del ángel en Nazaret. Y la familia consideró que Jesús era el líder y el Mesías esperado por el pueblo judío. Y José y su esposa fueron presionados para permanecer en el país de los faraones, proporcionando así seguridad y una excelente educación al que -según ellos- debería ser el futuro guía de Israel. Pero, lógicamente, también el Destino de Jesús estaba trazado; minuciosamente trazado. Y el matrimonio terminó retornando a la provincia de la Judea. Jesús, entonces, contaba tres años de edad. Es curioso: de haber seguido los consejos de sus parientes, hoy, quizá, el Maestro sería recordado como Jesús de Alejandría...

 

 

 

El continuo error de María Era el año «menos cuatro» de nuestra era cuando José y María decidieron regresar a Belén. Herodes el Grande había muerto y surgió un nuevo conflicto. Un problema igualmente ignorado por los mal llamados «escritores sagrados». ¿O fue ocultado deliberadamente?

 

 

 

   Todo se debió a la obsesión de María, la madre de Jesús, por «la misión política» de su Hijo. Ése, en mi opinión, fue su gran error. La Señora, sencillamente, equivocó el papel del Hijo del Hombre. Para ella -siempre de buena fe-, Jesús era el «hijo de la promesa»: el libertador político de Israel, el Mesías esperado. En suma, un líder que rescataría a su pueblo de la tiranía y de la opresión de Roma. Y esa idea le acompañaría hasta la resurrección del Galileo...

 

 

Pues bien, fuertemente influenciada por esta creencia, María, a su regreso a Belén, trató de fijar la residencia en la citada aldea. De esta forma, al encontrarse tan cerca de Jerusalén -apenas siete kilómetros-, las posibilidades del Hijo en esa supuesta carrera política serían más sólidas y prometedoras que en la oscura y perdida Nazaret.

 

 

 

 

María, la madre de Jesús, trató de establecerse en Jerusalén. José no lo permitió.

 

 

José se opone y, finalmente, triunfa el sentido común. Arquelao, sucesor del sanguinario Herodes, no inspira confianza a José. El padre terrenal de Jesús no se equivocó. Arquelao resultaría tan destructivo como el «odiado edomita». Y la familia viaja definitivamente al norte y se instala de nuevo en Nazaret, una tranquila población de poco más de doscientas almas.

 

 

 

 

Nada de esto fue contado por los evangelistas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Los años «perdidos»

 

Jesús nunca se escondió

 

2

 

 

 

<  Los veinticuatro años que el Maestro vivió en Nazaret fueron igualmente intensos. Jamás se escondió.

 

Y la historia, la tradición y las religiones vuelven a escamotearnos otra importante etapa en la vida terrenal de Jesús de Nazaret. La Iglesia define este período como los «años ocultos o perdidos».

 

 

 

Y vuelvo a preguntarme: ¿años ocultos o, simplemente, negligencia o falta de interés de los evangelistas?

 

 

 

 

   Según mis informaciones, en los veinticuatro años en los que el Galileo vivió en Nazaret, jamás estuvo oculto. Insisto: que en los llamados evangelios canónicos no se diga prácticamente nada sobre la infancia y juventud del Maestro no quiere decir que permaneciera escondido. Allí, en Nazaret, en Galilea, vio crecer a sus hermanos. Ocho en total: Santiago, Miriam, José, Simón, Marta, Judas, Amós y Ruth. Otro interesante capítulo en la vida del Hijo del Hombre, intencionadamente tergiversado. ¿Hermanos de Jesús? La tradición cristiana dice que «no»: María -asegura el dogma- fue virgen, y concibió al Hijo del Hombre por obra del Espíritu Santo. Personalmente no lo creo. Sé que el buen Dios puede hacer maravillas pero, en mi humilde opinión, jamás crea problemas añadidos. Y esto habría ocurrido si María, en verdad, hubiera quedado embarazada en el período de «esponsales» (antes del matrimonio). La ley judía era implacable...

 

 

 

 

 

Pero no es el momento de profundizar en el delicado asunto de la supuesta virginidad de la Señora, un tema ampliamente desarrollado en los «Caballos de Troya». A lo que sí voy a referirme es a otra cuestión que, al parecer, podría guardar relación con los citados hermanos del Galileo y que salió a la luz pública en el año 2002. Un tema que, a primera vista, vendría a demostrar la realidad de dicho parentesco. Y digo bien: sólo a primera vista...

 

 

 

 

Fue, como digo, en el otoño de 2002. La noticia dio la vuelta al mundo. En Jerusalén fue descubierto un osario que presentaba la siguiente inscripción en arameo.

 

 

 

 

«Jacobo [Santiago], hijo de José, hermano de Jesús.» La urna de piedra, de cincuenta centímetros de largo por 27,5 de ancho, completamente vacía, desencadeno la polémica en los círculos arqueológicos y antropológicos. ¿Se trataba del sepulcro de Santiago, el hermano del Maestro? Para el paleógrafo francés André Lemaire, de la Universidad de la Sorbona, no había la menor duda. Así era. La urna -asegura- es del siglo 1. Concretamente, del año 63 después de Cristo.

 

 

 

 

Nombres comunes Para otros investigadores, sin embargo, estamos ante un dilema. El profesor Kyle McCarter, de la Universidad Johns Hopkins, rechaza el hallazgo, asegurando que los nombres grabados eran muy comunes en aquellas fechas. Y tiene razón: Jacobo, José y Jesús eran tan frecuentes en el siglo 1 como lo son hoy Manuel, Francisco o María...

 

 

 

 

Esta circunstancia, sumada al hecho de que no han sido hallados los huesos del supuesto Santiago, hace dudar, lógicamente, a los expertos. En mi opinión existen otras vías para demostrar que Jesús tuvo hermanos carnales. Pero ésa es otra historia...

 

 

 

 

 

Y allí, en Nazaret, el joven Jesús aprendió también varios oficios. No sólo fue carpintero...

 

 

 

 

Allí, a los catorce años, tras la muerte de José, su padre en la Tierra, el Jesús adolescente se vio en la obligación de asumir la dirección de la familia. Un tiempo no menos difícil para el futuro Maestro...

 

Allí, en Nazaret, rechazó la oferta para enrolarse en la guerrilla zelota, los terroristas que luchaban contra Roma. Esta decisión no fue comprendida por María, su madre, y provocó un notable distanciamiento entre ambos; algo de lo que tampoco hablaron los evangelistas...

 

Las calumnias de la teología Pero el colmo del infundio llegó con otra «moda teológica». Esta vez, los «doctores de la Iglesia» afirmaron que Jesús no dejó escritos de su puño y letra porque, simplemente, el «Maestro era analfabeto». La afirmación, amén de calumniosa, resulta patética. Cualquiera que profundice minimamente en la vida del Galileo sabe que Jesús conocía, al menos, tres lenguas: arameo galileo (su lengua natal), hebreo y griego (koiné).

 

 

 

En contra de lo que opinan algunos teólogos, Jesús no era analfabeto. Se sabe que leyó en las sinagogas.

 

 

Jesús de Nazaret habló hebreo bíblico. De esto no hay la menor duda. De lo contrario no podría haber leído públicamente en las sinagogas. No debemos olvidar, además, que la enseñanza, en aquel tiempo, era obligatoria a partir de los cinco años de edad. Una enseñanza -sólo para los varones- en la que se aprendía a leer, justamente, sobre las Sagradas Escrituras.

 

 

El hecho indudable de que no dejara escritos, al igual que tampoco dejó descendencia, obedece en realidad a otra circunstancia: una opción personal que me llevaría muy lejos en este breve relato y que quizá algún día me decida a contar. «Algo» que tiene relación con la lógica. ¿Imagina usted lo que habría sucedido si el Maestro hubiera tenido hijos? ¿A cuántas nuevas polémicas y cruzadas habría asistido el mundo de existir un testimonio escrito de puño y letra del Galileo? ¿A qué grado de idolatría podrían llegar los hombres si se hubieran conservado los huesos del Maestro?

 

 

 

 

 

En la época de Jesús, la enseñanza (para los varones) era obligatoria desde los cinco años. Y se aprendía sobre las Escrituras.

 

 

 

Lenguas habladas por Jesús

 

 

• Arameo galileo (occidental), su lengua materna. El arameo, al parecer, nace en Siria hacia el año 3000 antes de Cristo. Después se irradia hacia los países que hoy forman el Oriente Medio, y se divide en dos ramas: arameo oriental y occidental. En la actualidad, la lengua natal del Maestro se conserva parcialmente en tres localidades del Antilíbano de Siria. Malula, Yubbadin y Baha.

 

 

 

 

 

• Hebreo bíblico y míshnico. Jesús los conocía y lo demostró en la lectura en las sinagogas y en sus continuas disputas con fariseos y escribas. Era la única lengua utilizada por los judíos para aprender a leer.

 

 

 

 

 

• Griego común o «internacional» (koiné). Algo parecido al inglés actual. Se utilizaba especialmente en los negocios y en las relaciones con los gentiles. Se puso de moda a raíz de las conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV antes de Cristo. Es muy probable que Jesús se dirigiera a Poncio, el procurador romano que autorizó la crucifixión, en koiné.

 

 

 

 

 

• Personalmente estoy convencido de que el Maestro dominaba también el latín y de que comprendía igualmente el árabe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El futuro Maestro conocía bien las calles de Jerusalén. Jamás estuvo perdido, como asegura la tradición

 

Nunca estuvo «perdido» Y siguiendo con esos años, supuestamente «ocultos o perdidos», uno vuelve a topar con otra descarada manipulación: lo que hoy conocemos como el «Niño perdido y hallado en el Templo».

 

¿Perdido?

 

   La tradición, una vez más, ha deformado la realidad. Jesús de Nazaret jamás estuvo perdido. Durante los días que permaneció en Jerusalén se alojó en la casa de su amigo Lázaro, en la aldea de Betania, muy cercana a la Ciudad Santa. Jesús tenía casi trece años (la mayoría de edad para la ley judía). ¿Cómo entender que pudiera perderse?

 

   El asunto, sinceramente, no huele bien. Parece como si teólogos y exégetas se empeñaran en justificar o disimular la clara desobediencia del Jesús casi niño, deslizando la citada interpretación del muchacho «perdido».

 

   Jesús, en mi opinión, sabía desenvolverse por las calles de Jerusalén. El hecho de que no regresara con el grupo en el que viajaban José y María se debe, seguramente, a otras razones, pero nunca a la de una inocente «pérdida»...

 

EXCLUSIVA:

 

Un período auténticamente secreto Y sigo con los «silencios» de los evangelistas. Unos «silencios» muy sospechosos...

 

   Veamos: Jesús abandonó Nazaret cuando contaba veintisiete años. Corría el 21 de nuestra era. Pues bien, hasta el comienzo de la vida pública o de predicación, ninguno de los «escritores sagrados» hace referencia a las experiencias vividas por el Maestro. ¿Dónde estuvo durante esos casi cuatro años? ¿Por qué nadie habla de ese período?

 

 

 

 

A los ventisiete años empieza la verdadera etapa oculta Jesús. Corría el año 21 de nuestra era.

 

   Aunque tengo previsto escribir un extenso trabajo sobre esta fascinante aventura -el único tiempo auténticamente secreto en la vida terrenal del Galileo-, dibujaré aquí y ahora unas leves pinceladas sobre lo que fue esta increíble etapa: los grandes viajes del Maestro. El sueño de su vida...

 

   Lamentablemente, como decía, ninguno de los evangelistas hace mención de ello. Y no consigo entenderlo. ¿No recibieron información al respecto? ¿No lo juzgaron importante?

 

 

   Sea como fuere, la cuestión es que nos privaron de otra decisiva etapa en la existencia del Hijo del Hombre. Durante un primer año -según mis informaciones-, Jesús de Nazaret, tras despedirse de su familia, se embarca en una apasionante gira por el Mediterráneo y parte de Oriente. Y, siempre de incógnito -no había llegado su hora-, tras visitar Joppe y Cesárea, se dirige por mar hacia la ciudad egipcia de Alejandría. Allí permanece un tiempo. Consulta la célebre biblioteca y contempla las pirámides. He aquí una imagen desconocida del Galileo Jesús, al pie de las imponentes construcciones faraónicas...

 

 

 

 

 

Algunas de las ciudades visitadas en secreto por Jesús de Nazaret.

 

 

De Alejandría navega hacia Creta y de allí a Cirene y Cartago. Jesús se mezcla con los hombres. Los observa y aprende de ellos. Otro gran misterio para la mente humana: ¿Cómo un Dios puede aprender de sus criaturas?

 

 

 

 

 

De Cartago pone rumbo a la isla de Malta. De aquí a Siracusa, en Sicilia. Después, Messana (actual Messina) y, por mar, alcanza las costas de la actual Italia. Visita Capua y, tomando la llamada Vía Apia, entra en Roma, la capital del imperio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Maestro contempló también las pirámides. Algo nunca imaginado.

 

 

 

 

 

 

Según mis informaciones, Jesús visitó Roma y disfrutó de los juegos. Los circos existían en Roma desde el año 329 a.C. Hoy sólo queda el Coliseo, concluido por Tito en el año 80 d.C.

 

 

 

 

Y durante su estancia en la Roma del emperador Tiberio, el Maestro disfrutó también de los juegos y de la belleza de la Ciudad Eterna. Allí escuchó a los más insignes filósofos de la época y, siempre de incógnito, adelantó parte de su mensaje. Un mensaje que causó sensación, pero nadie supo quién era aquel brillante orador...

 

 

 

 

La sorpresa de Pedro y Pablo Algún tiempo después, cuando Pedro y, posteriormente, Pablo llegan a Roma, quedan desconcertados: un nutrido grupo de romanos sabía ya del mensaje de igualdad que había predicado el Maestro. Pero ¿cómo era posible? Jesús muere en el año 30 de nuestra era y Pedro, según los datos aportados por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica, pudo entrar en la capital del imperio hacia el 40 (en tiempos de Claudio). La explicación -ignorada por los Evangelios- se encuentra en ese primer y secreto periplo del Galileo por el Mediterráneo, el gran foco cultural y económico de aquella época.

 

 

 

Y de Roma, Jesús de Nazaret se dirige a Tarento. Y de aquí prosigue hasta Corinto y Atenas. En la capital de la ciencia y el arte, el Maestro siguió escuchando y observando. E hizo una advertencia clave: «La ciencia -afirmó- nunca podrá demostrar la existencia del alma.»

 

 

 

Y me atrevo a añadir: «...y tampoco podrá demostrar jamás la existencia de Dios».

 

 

 

Y los griegos, como los romanos, se preguntaron: ¿quién es este sabio?

 

 

 

La «chispa» divina A esta etapa siguieron las de Éfeso, Rodas y Chipre. En esta última isla Jesús habló por primera vez de la mente humana, siempre subordinada a lo que definió como la «chispa» divina: una especie de «miniporción» de la sustancia del buen Dios. Algo así como una «trillonésima» de su corazón, enviada y regalada a cada ser humano del tiempo y del espacio en el instante en el que el hombre es capaz de tomar su primera decisión moral. Otro profundo enigma...

 

 

 

Pero los evangelistas no supieron dar razón de estos interesantes días.

 

 

 

Y, de pronto, la aventura del Maestro por el Mediterráneo cambió de rumbo. De Chipre navegó a la ciudad siria de Antioquía y, desde aquí, se adentró en el Oriente. Visitó Sidón, Damasco, Ur de Caldea, Babilonia, Susa y Charax. Finalmente regresó a Nazaret.

 

 

 

 

 

 

 

 

Oeste del mar Caspio, la zona más alejada a la que llegó el Galileo.

 

 

 

Segundo gran viaje Meses más tarde, según mis informaciones, cuando Jesús estaba a punto de cumplir veintinueve años, emprendió una segunda y no menos fascinante gira. Otro largo viaje que lo llevó desde Jerusalén hasta el remoto lago Urmia y la región suroriental del actual mar Caspio, el punto más alejado al que llegó el Maestro. No es cierto, por tanto, que Jesús alcanzara la India o las tierras de la actual Cachemira, como se ha publicado.

 

 

   Otra aventura igualmente silenciada por la historia y la tradición. Una asombrosa experiencia en la que el Galileo se mezcló también con las razas orientales y en la que, siempre de incógnito, observó y escuchó a sus criaturas. Al parecer, una de las grandes razones de su encarnación en la Tierra: conocer de cerca a los que Él mismo había creado. Siento no estar de acuerdo -una vez más- con los planteamientos de las iglesias: Jesús de Nazaret no vino a redimir a nadie. Jesús se hizo hombre por «algo» infinitamente más importante: cumplir lo establecido, alcanzando así su propia soberanía, y, sobre todo, refrescar la débil memoria de los humanos, cambiando el rostro del sanguinario Yavé. Dios no es justicia, sino AMOR. En consecuencia, ¿por qué culpar a los humanos de un supuesto error cometido por Adán y Eva?

 

Lo dicho: manipulación pura y dura ...

 
 
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